viernes, 30 de mayo de 2014

On air: Radicales

La irrupción de Podemos en el panorama político ha desatado a los opinadores de la derecha, que últimamente alcanzan hasta al mítico símbolo de la socialdemocracia que era El País. Podemos ha sido calificado por unos y otros como radicales y, es cierto, puede ser que algunos nos estemos radicalizando. O que el discurso oficial haya girado tanto hacia el neoliberalismo que planteamientos clásicos de socialdemocracia se hayan transformado en el anticristo.

Hubo una época en la que me sentía socialdemócrata. No hace mucho tiempo de aquello. El comunismo clásico me superaba y creía en una forma de sociedad en la que se respetaran los derechos de las minorías, se reforzaran las garantías del ciudadano ante el poder y se consolidara el respeto de la clase obrera frente al capital, todo ello sin recortar las libertades públicas ciudadanas.
Pero aquello saltó por los aires. Fue un poco con la caída del Muro de Berlín, otro poco con el 11S y un poco más con el colapso del capitalismo de casino y la gran crisis que trajo consigo. En España la cosa aún ha ido peor porque hemos pagado las costas de esa gran farra de casinos europeos y los excesos cometidos por quienes nos gobernaban que con nuestro dinero diseñaron un país sin más futuro que el de asegurarse su futuro próximo ganando las siguientes elecciones y su futuro lejano con una jubilación en una gran empresa o, directamente, llenando sus bolsillos en Suiza. Cuando se inició esta gran crisis Nicolas Sarkozy afirmó que habría que refundar el capitalismo pero, finalmente, llevamos camino del neoliberalismo más feroz y ante tales planteamientos las ideologías de izquierda se convierten en radicales. Porque, al fin y al cabo, entre rescatar con mis impuestos a los bancos y a los que duermen en los bancos, yo me quedo con los segundos y con el salario social. Entre tolerar las preferentes o juzgar a Blesa, yo quiero exigir responsabilidades. Porque frente a la absoluta libertad de empresa entiendo que hay un mínimo de derechos laborales que deben respetarse. Porque me enseñaron maestros y me curan médicos de la pública. Porque es difícil no ser radical sabiendo que hay tantas viviendas vacías y que Rita, Aycha, Milagros, Noelia y tantos otros no tienen un techo para sus hijos. Si es así, probablemente me haya radicalizado. Y aunque no me gusten los egocentrismos mesiánicos, ni soporte a Pablo Iglesias prefiero su curriculum a los inexistentes de Susana Díaz o Moreno Bonilla. 
No he votado a Podemos pero creo que se trata de una de las irrupciones en el panorama político español más interesantes de los últimos 30 años. Habrá que estar atentos a la evolución del proyecto porque lo conseguido en cuatro meses ha de asentarse pero su discurso gusta. Y cala en más de un millón de españoles que sienten, como yo, que si te enfrentas este capitalismo salvaje, despiadado y sin alma te conviertes en radical.

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