lunes, 29 de noviembre de 2010

Yo quería ser periodista

Yo quería ser periodista. De pequeño, recitaba jugadas imaginadas. Quería cantar los goles del Cádiz como Pedreño o contarlos como Paco Perea. Incluso quería que se me quebrase la voz al cantar el gol de Señor como José Ángel de la Casa o gritar din-don en los triples que anotaba Magic Jhonson en aquella NBA de viernes por la noche.

Después me hice un poco mayor y prefería otros campos. Quería ser Luis del Olmo, que amenizaba todas las mañanas de trabajo de mi padre y al que yo sólo podía escuchar el 7 de octubre y a finales de junio. Un 14 de diciembre me sentí engañado por el de Protagonistas y me decanté por llegar a tener la ironía de Carlos Herrera o entrevistar al señor Casamatjó, como hacía Javier Sardá. Curiosamente, en aquella época, Iñaki me parecía demasiado serio, demasiado triste,... Paradojas de la vida, después Gabilondo se convirtió en mi compañero de mañanas durante una decena de años.

En mi adolescencia me empecé a fijar en la prensa local. Me imaginaba haciendo preguntas incómodas como Jorge Bezares o Alberto Grimaldi, escribiendo columnas ácidas, de esas que no dejan indiferente a nadie, como Fernando Santiago o contando las historias más negras como hacía Óscar Lobato. Aunque a mi me tiraba más la radio y mi sueño era acompañar a Carlos Alarcón en esa radiografía gaditana que hacía cada mañana en el Hoy por Hoy Cádiz.

Sin embargo, no pude ser periodista. En mi casa la situación no permitía mandarme a Sevilla durante un período indefinido de años para hacer la carrera de periodismo y tuve que quedarme en Jerez a estudiar Derecho. Llegué de rebote y no me arrepiento. Porque he tenido suerte y en el mundo del Derecho hago las cosas que más me gustan: enseñar y defender a los más débiles.

Con el tiempo he conocido a muchos periodistas. Algunos, amigos de la infancia, terminaron la carrera. Con otros me he cruzado por el camino de la vida, por las más diversas razones, desde los que comparten ideales conmigo hasta los que me tratan siempre con educación. Llegué, incluso, durante cuatro meses, a dar clases a futuros periodistas. Pero lo que veo en sus rostros, en su día a día, me convence de que hice bien escogiendo otro camino distinto al periodismo.

Los periodistas de raza quedan sepultados ante el maremagnum que generan los gabinetes de prensa de las distintas entidades públicas, empeñados en producir la suficiente confusión para que el ciudadano no se entere de nada. Cuando se acude a una rueda de prensa, la mayoría de las veces, el político se niega a responder las preguntas y si las responde, son siempre evasivas o lugares comunes. Eso por no hablar de aquellas entrevistas concedidas en las que el político lo revisa todo con lupa y ante las que el periodista prefiere pasar de puntillas para no señalarse más, porque en esta ciudad las trincheras están muy bien definidas y las consecuencias de pasarse pueden llegar hasta el destierro.

Tampoco las altas esferas del periodismo andan mucho mejor. A honrosas excepciones como las de Angels Barceló, que arriesgó su tranquilidad de la butaca de su despacho por mojarse en un conflicto de los de verdad, se contraponen decenas de personajes que sólo hablan y dicen según la voz de su amo, a los que no es necesario leer para saber qué van a escribir, que despreciaron la ética periodística el día que descubrieron que sólo sobreviven los más pelotas, los más ruines.

Yo quise ser periodista, pero de los de investigación, de los de descubrir noticias y contarlas, de los de opinar según mi conciencia y mi visión del mundo. Pero el mundo del periodismo se ha convertido en otra cosa. En vender periódicos sin más pudor por la verdad o por la realidad que el de la mano que les da de comer que, en una ciudad como esta, es el flujo constante de publicidad que viene de San Juan de Dios.

jueves, 25 de noviembre de 2010

On air: 25-N - El día de la vergüenza

La columna de hoy estaba dedicada a todas esas mujeres que sufren o han sufrido malos tratos en su hogar, a la memoria de las que murieron, al futuro de las que han salido de esa espiral y a la esperanza de las que tienen que abandonar ese infierno.


Hay días que producen sentimientos especiales. La melancolía el día de Año Nuevo, la ilusión el día de Reyes, la alegría el lunes de carnaval, la frustración el día de los derechos humanos y, hoy, 25 de noviembre, el día de la vergüenza.
Porque siento vergüenza de ser hombre cuando oigo la noticia de que un especimen cuyo sexo coincide con el mío ha asesinado a la mujer con la que compartía o había compartido su vida. En estos casos, miro de reojo a la madre de mi hijo, agacho la cabeza y me abochorno por ese varón que golpeó lo que un día había besado.
No logro imaginarme a una mujer, como la que comparte su vida conmigo, como mi madre, como mi hermana, como cualquiera de esas amigas con las que trabo a diario risas, tertulias y reuniones, padeciendo el infierno íntimo de la intimidación de un hombre que se cree su dueño sólo por su condición de hombre.
Cada mujer asesinada que se convierte en titular de los informativos es un aldabonazo en el orgullo de aquellos hombres que creemos que amor y violencia nunca van en la misma frase, los que pensamos que querer con malos tratos no es querer, los que creemos que sólo en una pareja de iguales, cuando se ha desterrado la sumisión, la agresividad y el miedo puede conjugarse el verbo amar.
Los centenares, miles tal vez, de mujeres asesinadas por sus parejas no tienen nada en común. Ni edad, ni nacionalidad, ni situación económica, ni nivel de estudios,... Sólo la violencia que sus verdugos ejercen sobre ellas las iguala en su condición de mujer maltratada con otras muchas que, aún, padecen en sus alcobas la miserable violencia de quien se cree superior sólo por haber nacido varón. 
Un día contra la violencia sobre las mujeres no es suficiente. Harían falta años, siglos para revertir las enseñanzas ancestrales que anudan la condición de hombre al viril ejercicio de la fuerza. Un día no es suficiente, pero hoy, 25 de noviembre, es un buen día para reflexionar, para plantearnos la necesidad de acabar con esta lacra, de que todos y cada uno de nosotros apoyemos a las mujeres víctimas de violencia en su hogar, para que nos concienciemos de que un maltratador no es un hombre. Y también, para reforzar las ideas de independencia, respeto e igualdad, fundamentales para una convivencia entre hombres y mujeres sin violencia. En ningún ámbito de la vida, y mucho menos, en el hogar.

jueves, 18 de noviembre de 2010

On air: Arrasadores de encuestas

La pintura de Teófila Martínez de Silvia Navarro
La columna de esta semana en el Hoy por Hoy tiene su origen en una noticia. Concretamente esta: http://www.lavozdigital.es/cadiz/20101114/local/cadiz/alcaldesa-cadiz-figura-entre-201011141047.html que sigue a la noticia que se publicó el año pasado y que era ésta: http://www.lavozdigital.es/cadiz/20091122/ciudadanos/teofila-martinez-tercera-alcaldesa-20091122.html. El estudio Merco Ciudad que cada año me sorprende más.

Con la edad que tengo ya me he acostumbrado a ser minoría. Estoy en contra de la pena de muerte y del endurecimiento de las condenas y a favor de la abolición de las fronteras, admiro profundamente al pueblo catalán, aunque algunos de sus representantes no se lo merezcan, me desagrada la Ley de Partidos porque no creo en la ilegalización de ideas y no soporto a Mourinho ni a Belén Esteban. Como pueden imaginar, cuando sale una de esas encuestas que pretenden pulsar la opinión de las masas, no me sorprende verme ubicado en el trozo más pequeño de la tarta.
Pese a ello, cada cuatro años no dejan de extrañarme los abrumadores procentajes con los que la candidatura popular arrasa en las elecciones municipales gaditanas. De un tiempo a esta parte, la extrañeza no tiene que esperar cuatro años sino que año tras año, por estas fechas, se publica el estudio Merco Ciudad en la que la opinión de los gaditanos coloca a Teófila Martínez como una de las mejores alcaldesas de España. Si en 2009 era la tercera, en 2010 ha ascendido hasta el segundo lugar
Y cada año, por estas fechas, yo no salgo de mi asombro. Porque su victoria electoral tiene justificación. La incapacidad de la oposición, la alta abstención, la debilidad de sus rivales,... Pero que también arrase en una encuesta en la que se valora la labor de los alcaldes me llena de estupor. Y es que por más que miro a Cádiz, yo no veo la segunda mejor ciudad de España. Los índices de desempleo, la archicitada emigración juvenil, la debilitación del tejido económico, empresarial, la falta de vivienda... 
Tampoco veo el segundo mejor Ayuntamiento del Estado español. Las arcas municipales próximas a la ruina, los acreedores haciendo cola en San Juan de Dios, los proyectos que se eternizan, los responsables municipales que no asumen responsabilidades, un equipo de gobierno incapaz que gobierna a golpe de titular de prensa, que carece de un proyecto de ciudad y de futuro... Si fuera su primera legislatura. Pero ya lleva 16 años en el poder y en estos años Cádiz ha perdido población, poder económico e importancia en el entorno provincial y andaluz. 
Sólo cabe pensar que, en esta Cádiz que nos ha tocado vivir, cada vez seamos más conformistas y nos valga con una alcaldesa que sale en todas las fotos y saluda a los vecinos por la calle. Aunque seguro que no es eso, porque las masas no se equivocan. El confundido soy yo. Soy yo el que vive en una burbuja, el que no sabe apreciar la realidad de una ciudad próspera, activa y que nada en la abundancia. Al menos, así lo dicen las masas.

viernes, 12 de noviembre de 2010

On air: heridas del pasado.

Foto tomada de arciprestazgodebande.blogspot.com
La columna de esta semana en el Hoy por Hoy Cádiz tocaba un tema que a mi me parece especialmente delicado: la relación Iglesia-Estado. Veinte siglos de relación entre crucifijo y espada, entre el poder político y el poder religioso, han viciado mucho las cosas. Especialmente en España y las declaraciones del papa Ratzinger el pasado fin de semana vienen a confirmarlo.

Desde mi condición de ferviente agnóstico, respeto profundamente a todos aquellos que practican una religión, sea la que sea. Incluida la católica. Mejor, dicho, principalmente la católica. Porque forma parte de la raíz de mi cultura personal y familiar y porque la doctrina que contó Jesucristo a sus discípulos y que después estos plasmaron en los Evangelios es, sin lugar a dudas, uno de los mensajes más revolucionarios e igualitarios que se hayan pronunciado en este mundo.
Hubo un tiempo, incluso, en el que me sentí parte de ese grupo y de ese mensaje. Pero ni siquiera en esa época entendía el papel que la Iglesia Católica pretendía jugar en el ámbito de lo público. Su intervención en la esfera política carece de legitimidad. Los obispos no son los representantes de los ciudadanos. Mantienen su pretensión de imponer una moral determinada y decidir lo que se puede y no se puede hacer, incluso sobre aquellos que no profesan su fe.
En España, a pesar de la aconfesionalidad declarada en la Constitución, esta voluntad de inmiscuirse en los asuntos públicos es especialmente relevante. El último ejemplo lo ha dado el alemán Ratzinger el pasado fin de semana. Su recuerdo a la España de los años 30 está absolutamente fuera de lugar. Es como si a él le recordarán su pasado con las juventudes hitlerianas. Son tiempos absolutamente diferentes.
Da la impresión de que la Iglesia no ha sabido o no ha querido asumir la pérdida de su papel predominante. No han logrado reubicarse en el nuevo entorno social en el que su palabra cada vez tiene menos seguidores e insisten en querer dictar las leyes sin presentarse a las elecciones, en confundirse con el Estado. Tampoco los políticos son capaces de superar este vínculo, de dejar de arrodillarse ante el jefe de una religión. 
El papel de la Iglesia en nuestra sociedad y en nuestra política es una de las rémoras más notables de los cuarenta años de régimen del nacionalcatolicismo. No es la única. Esta semana hemos visto otra en el Sáhara. Allí se han vuelto a destrozar los derechos de un pueblo. Ese pueblo saharaui que fue entregado a Marruecos por la dictadura moribunda y que hoy sigue padeciendo las consecuencias de aquella decisión y de la incapacidad de los gobiernos democráticos españoles de adoptar una posición que defienda a las personas que abandonó en su antigua colonia. Habrá quien diga que no hay que reabrir las heridas del pasado, pero es que muchas de ellas se reabren solas porque nunca fuimos capaces de curarlas.

martes, 9 de noviembre de 2010

Todo lo que puedo ofrecer a un recién nacido

Ahora que ya has pasado la primera noche junto a la cama en la que fuiste concebido, ya va siendo hora de que te cuente algunas cosas importantes sobre la vida que no te servirán de nada para el futuro, pero que son las únicas cosas que hoy te puedo ofrecer.

Lo primero y principal es que respetes a las mujeres. Tú llevas entre tus piernas tu condición de varón, pero eso no te hace mejor que ninguna de las mujeres que te encuentres en la vida. La primera, tu madre, la que hoy te amamanta, mañana te cuidará y siempre estará a tu lado. Respóndele con el mismo amor que ella te tiene. Tras ellas verás muchas otras. Unas te querrán más, otras menos, pero todas merecen que las valores en su condición de personas. Hasta que un día encuentres a una que complete tu mundo. Te darás cuenta porque cada minuto que no la veas se te convertirá en un siglo. A esa, a la única, a la diferente, mímala más que a nadie. Pero no te olvides que no serás su dueño, serás su compañero y eso te lo tienes que ganar a pulso apoyando sus decisiones, compartiendo sus problemas y riendo sus sonrisas.

Porque no debes hacer caso a esos que te digan que este mundo es un valle de lágrimas. La vida hay que disfrutarla porque nadie te asegura que tengas otra oportunidad. Disfrutar de la vida pasa por cuidar de tu cuerpo. Es el templo verdadero de tu existencia. Evítale todos los perjuicios que te regalen como un paraíso. Los paraísos son efímeros y la única realidad duradera se ancla a la libertad de tu mente.

Huye de los que todo lo tienen. En este mundo ruin, pocos han alcanzado las letras mayúsculas sin pisar a los que están abajo. Esos son los que necesitan a gente que los defiendan. Ellos son los que merecen que tú luches. Sin violencia, pero con convicción. Sin sangre, pero con decisión. Ninguna causa merece que se destruya una vida humana pero hay muchas causas que necesitan que les dediquen muchas vidas de hombres como tú.

Pero el consejo más importante que puedo darte es que seas feliz. Si para ser completamente feliz no tienes que escupir en la cara de nadie, goza todo lo que puedas. Tómate la vida con una sonrisa, sin burlarte de los demás. Ríete de las desgracias, pero nunca de las ajenas. Y cuando seas mayor escribe tus memorias, pero olvídate de lo malo. Quédate sólo con todo lo bueno que tiene este mundo que es mucho. Entonces, al echar la vista atrás debes darte cuenta de que te quieren tus amigos, te ama tu compañera y si te odia alguien es porque no se acercó lo suficiente para conocerte. Entonces, sabrás que ha merecido la pena.

jueves, 4 de noviembre de 2010

El paro nos golpea a nosotros más que a nadie

Una Oficina del SAE.
La columna de esta semana tiene su origen en los datos conocidos ayer de las inscripciones en las Oficinas de Empleo. La crisis, dicen todos. La crisis, excusan los políticos. La crisis, justifican los despedidores y lamentan los despedidos. Pero la crisis no es igual en todos sitios. El paro no golpea del mismo modo en toda España.

404 gaditanos más, con sus 404 nombres y apellidos. 404 que se suman a los 14.609 vecinos de Cádiz que ya estaban inscritos en las oficinas del paro de nuestra ciudad. Son 15.013 parados en la ciudad de Cádiz.  Otro mes más suben las cifras de desempleo en Cádiz, en la provincia, en Andalucía y en el conjunto del estado español.
La crisis es dura. La situación se torna en desesperante para muchas personas, para muchísimas familias. Pero no podemos dejarnos engañar. La lacra del desempleo nos acecha a nosotros porque no hemos sabido prepararnos, porque estamos sumidos en una economía especulativa que se ha desarrollado sobre la estacionalidad del turismo y la burbuja inmobiliaria. Un dato más que torna la preocupación en la indignación: uno de cada cuatro parados españoles es andaluz o vive en Andalucía.
No es así en todas partes. La tasa de desempleo en Euskadi no llega al diez por ciento. Diecisiete puntos por debajo de la tasa andaluza. Ventidós puntos menos que la tasa de la provincia de Cádiz. Ellos no se han dejado seducir por el dinero fácil de recalificar y construir aunque sea para no vender. Ellos han creído en la economía productiva, en las consabidas investigación, desarrollo e innovación. Ellos tienen una cultura empresarial, de emprendedores que hace que la riqueza que genera la plusvalía se quede en el territorio.
En nuestra tierra es todo lo contrario. La única empresa es el Estado en su versión trinitaria y los Ayuntamientos, como el de Cádiz, el de Barbate o el de Jerez están más cerca de la suspensión de pagos que de poder dar impulso a la economía de las ciudades. El capital sólo viene a llevarse las subvenciones y desaparecer. Ya pasó con Delphi y se anuncian, en el mismo sitio, procesos similares.
Nuestra provincia resiste a pesar de que de cada tres habitantes con edad de trabajar, uno está en el paro. Sólo de pensarlo, la cifra hiela la sangre. Pero aquí no pasa nada. La vida sigue igual. Los que trabajamos nos conformamos con nuestro empleo en condiciones cada vez peores. Los que no trabajan se conforman con sobrevivir con los chapú o el trapicheo. Los que no se conforman se marchan para poder protagonizar todos los programas sobre emigrantes que hay en la televisión. Y unos pocos, los que no pueden sobrevivir y se han conformado se van hundiendo en la ciénaga de la pobreza y la exclusión social justificada en una crisis que sirve de excusa pero que no es razón para nuestra endémica miseria.