viernes, 12 de febrero de 2016

On air: Titererrorismo

Llevaba unas semanas sin colgar mis columnas para Radio Cádiz en el blog. Entre otras cosas porque en Radio Cádiz habían puesto una nueva web en la que iban a ser accesibles, pero como no las encuentro y alguien en Facebook me la ha pedido, pues ahí va la de este jueves.

Soy de la generación de los que crecieron con miedo a ETA. Evidentemente, nos caracterizan muchas más cosas pero cuando yo era niño y estaba ante el televisor viendo cualquier programa, si la emisión se cortaba y salían las palabras Avance Informativo eso suponía que ETA había matado a alguien. Es un recuerdo recurrente de mi infancia, esa tristeza por los fallecidos, sus parejas, sus hijos… pero sobre todo esa incomodidad por no saber cuándo, ni dónde, ni a quién. 
Tal vez por eso me indigna especialmente que haya autoridades políticas que utilicen el terrorismo a su antojo para conseguir votos y denostar al adversario. Por eso me repugna que un Ministro del Interior azuce el fantasma de la ETA para atacar a un posible futuro Gobierno que, en el caso de alcanzarse, será el Gobierno de todos los españoles. O que el Ministro de Asuntos Exteriores diga en público que según el pacto del que se trate España puede desvincularse del apoyo internacional contra el terrorismo islamista. Son sandeces. Pero sandeces malvadas que, estas sí, hurgan en el dolor y los fantasmas de nuestro pasado. 
Con todo, son cosas de políticos, a los que se les debe prestar la atención justa. En realidad, lo que más me preocupa es que la solidaridad con las víctimas y la lucha contra el terror amorfo, inesperado, inexplicable del terrorismo se haya convertido en una fórmula para esquivar el Estado de Derecho, que los terroristas logren su objetivo porque tengamos unas libertades cada vez más recortadas. O mejor dicho, que con la excusa del terrorismo los que nunca creyeron en las libertades tengan la coartada para recortárnoslas, para decidir qué podemos decir y a quién podemos criticar. 
Lo ocurrido esta semana con los titiriteros es un claro ejemplo de este discurrir de los acontecimientos. Que la fiscalía interprete lo ocurrido en una obra de ficción como un delito de enaltecimiento del terrorismo es muy grave. Que un juez de la Audiencia Nacional lo apoye resulta demencial y carente de ningún sustrato jurídico. Que en la opinión pública, sólo por intereses políticos, algunos utilicen el caso para considerar proterroristas a una parte de la ciudadanía es vomitivo. 
Lo sucedido después con las identificaciones de quienes se disfrazan de titiriteros, roza lo esperpéntico. En una ciudad como Cádiz, tan dada a la crítica y a la sátira, esta deriva debería preocupar y mucho. 
Estamos cada vez más metidos en un Estado policial en el que la Constitución sólo sirve para garantizar unidades y no para proteger libertades.