Hacía tiempo que no colgaba mis columnas para Radio Cádiz en el blog pero esta vez me lo ha pedido una oyente y yo por las oyentes de Radio Cádiz, lo que haga falta. El texto se explica por sí solo y no deja de ser un lamento. Lo escribí antes de que desde APDH-A organizásemos una concentración el lunes, a las 20:00 en la Plaza de San Juan de Dios.
Tiene
que ser difícil ser africano. Tiene que ser difícil ser negro. Tiene que serlo
en Europa cuando ve que las cosas que les pasan a los de su continente a los de
su raza importan bastante menos que las que les pasan a los blancos. A los
europeos o, aún diría más, a los occidentales.
Hace
poco más de quince días, sin ir más lejos, un avión se estrelló en los Alpes.
Una tragedia que provocó que incluso una institución como la Universidad de
Cádiz guardara un minuto de silencio. Pocos días después se perpetró una
masacre en una universidad de Kenia. Más allá de que nuestro siempre incapaz
presidente del gobierno no ubicara territorialmente la tragedia, ¿creen ustedes
que la Universidad de Cádiz guardó un minuto de silencio por los 148
estudiantes asesinados?
Con
demasiada frecuencia se nos olvida que Niger está más cerca de nosotros que
Estocolmo, que Trípoli es más vecino nuestro que Viena. Es lo que Mikel
Maziaran llama la cosificación del africano.
Ejemplos
tenemos para aburrir. Aquellas niñas secuestradas por Boko Haram. Los 15
muertos en el Tarajal, una actuación de la Guardia Civil con ese resultado y
que no conlleva una investigación oficial y una exigencia de responsabilidades.
Hasta los yihadistas nos preocupan de verdad cuando matan europeos.
Evidentemente,
si resulta difícil ser negro en Europa más difícil resulta vivir en África,
padecer guerras, conflictos armados, persecuciones por diversas razones o,
directamente, la falta de esperanzas y verse forzado a emigrar. No puedo
imaginar la situación de aquellos que envían a sus hijos solos en un barco
desvencijado a cruzar el Mediterráneo. Y el barco se hunde. Y los pasajeros,
por llamarlos de alguna forma, desaparecen. Y el sufrimiento se duplica porque
al mundo occidental no le importaban vivos pero tampoco le importan muertos.
Este
martes ha habido una nueva tragedia en las aguas del Mediterráneo, la gran fosa
común de este mundo. Han desaparecido 400 migrantes. 400 negros. Aunque a veces
prefiramos negarlo para que nuestras conciencias descansen, 400 personas.
Quizá
hoy debería hablar de la constitución del Parlamento andaluz y de la difícil
investidura de Susana Díaz que confirma la realidad de su derrota.
Probablemente eso interese mucho más a los oyentes que la historia de esos los
africanos que murieron esta semana en el Mediterráneo. Pero no puedo contribuir
yo también a que ser negro sea tan poco importante.