sábado, 18 de abril de 2015

On air: Es difícil ser negro

Hacía tiempo que no colgaba mis columnas para Radio Cádiz en el blog pero esta vez me lo ha pedido una oyente y yo por las oyentes de Radio Cádiz, lo que haga falta. El texto se explica por sí solo y no deja de ser un lamento. Lo escribí antes de que desde APDH-A organizásemos una concentración el lunes, a las 20:00 en la Plaza de San Juan de Dios.
Tiene que ser difícil ser africano. Tiene que ser difícil ser negro. Tiene que serlo en Europa cuando ve que las cosas que les pasan a los de su continente a los de su raza importan bastante menos que las que les pasan a los blancos. A los europeos o, aún diría más, a los occidentales. 
Hace poco más de quince días, sin ir más lejos, un avión se estrelló en los Alpes. Una tragedia que provocó que incluso una institución como la Universidad de Cádiz guardara un minuto de silencio. Pocos días después se perpetró una masacre en una universidad de Kenia. Más allá de que nuestro siempre incapaz presidente del gobierno no ubicara territorialmente la tragedia, ¿creen ustedes que la Universidad de Cádiz guardó un minuto de silencio por los 148 estudiantes asesinados? 
Con demasiada frecuencia se nos olvida que Niger está más cerca de nosotros que Estocolmo, que Trípoli es más vecino nuestro que Viena. Es lo que Mikel Maziaran llama la cosificación del africano. 
Ejemplos tenemos para aburrir. Aquellas niñas secuestradas por Boko Haram. Los 15 muertos en el Tarajal, una actuación de la Guardia Civil con ese resultado y que no conlleva una investigación oficial y una exigencia de responsabilidades. Hasta los yihadistas nos preocupan de verdad cuando matan europeos. 
Evidentemente, si resulta difícil ser negro en Europa más difícil resulta vivir en África, padecer guerras, conflictos armados, persecuciones por diversas razones o, directamente, la falta de esperanzas y verse forzado a emigrar. No puedo imaginar la situación de aquellos que envían a sus hijos solos en un barco desvencijado a cruzar el Mediterráneo. Y el barco se hunde. Y los pasajeros, por llamarlos de alguna forma, desaparecen. Y el sufrimiento se duplica porque al mundo occidental no le importaban vivos pero tampoco le importan muertos. 
Este martes ha habido una nueva tragedia en las aguas del Mediterráneo, la gran fosa común de este mundo. Han desaparecido 400 migrantes. 400 negros. Aunque a veces prefiramos negarlo para que nuestras conciencias descansen, 400 personas. 
Quizá hoy debería hablar de la constitución del Parlamento andaluz y de la difícil investidura de Susana Díaz que confirma la realidad de su derrota. Probablemente eso interese mucho más a los oyentes que la historia de esos los africanos que murieron esta semana en el Mediterráneo. Pero no puedo contribuir yo también a que ser negro sea tan poco importante.