jueves, 31 de julio de 2014

On air: El crimen de la bolsa

El autor confeso, detenido por la Policía.
Foto: lavozdigital.es
Estos días anda Cádiz sacudida por un macabro crimen. En realidad, los macabros crímenes se pueden contar en Cádiz con los dedos de las manos, pero como en este concurren ciertos elementos especiales y se ha producido en el mismo lugar que el anterior macabro crimen (de ese hacen ya cuatro años), pues la bilis comienza a salir por algunas bocas. Por eso en la última columna de julio he querido en esta columna alzar un poco la mirada y ver un poco más allá de los titulares llamativos.

Siempre que llega algún amigo extranjero a Cádiz y hablamos de esta ciudad una de las cosas que me gusta destacar es que es una ciudad segura. A mis amigas les encanta la posibilidad de pasear tranquilas a cualquier hora, acostumbradas, especialmente, las francesas y las sudamericanas a extremar la precaución llegadas a determinadas horas. 
Tan tranquila es esta ciudad que cada vez que se produce un asesinato saltan todos los resortes informativos. Ya sabrán que esta semana ha habido uno que transmite notables elementos de conexión con otro que ocurrió en la misma zona hace pocos años: personas de confianza que se aprovechan de este vínculo para matar a una anciana y robarle. 
A este crimen, además, se le une la condición sexual del autor confeso que ha dado lugar a algún titular de dudoso gusto en el decano de la prensa gaditana. Para colmo los hechos han sucedido a las puertas del informativamente vacío mes de agosto. La historia tiene todos los elementos para convertirse en carne de telebasura, para rellenar horas y horas de la peor televisión y de las hojas más negras de los periódicos. 
Volverán esos comentarios que hablen de las comodidades de la prisión, de la necesidad de endurecer las condenas y, algunos, incluso, tacharán la zona de peligrosa, insegura, marginal,… metiendo en el mismo saco a todos los vecinos del barrio. 
Es cierto que Guillén Moreno tiene problemas. Como muchos barrios de Cádiz. Tiene un problema de pobreza. Con las tasas de paro de nuestra ciudad, con la infravivienda que tenemos, el problema de pobreza es transversal y, quitando a tres o cuatro zonas, afecta a toda la ciudad. Pero sobre todo, tiene un problema con la droga, tanto por los consumidores como por los que trapichean con ella. 
Como en los ochenta, la droga vuelve con fuerza. Como entonces, la crisis y la desesperanza vuelve a poner en la calle ese maldito caballo que se lleva tantas vidas por delante, las que se entregan y las que se roban. 
Porque cuando hablamos de políticas sociales, cuando hablamos de paro, de desempleo juvenil, de fracaso escolar también estamos hablando de esto. De la necesidad de trabajar en la base para evitar que la epidemia del caballo vuelva a asolar nuestras calles. Aunque, de todas formas, siempre habrá crímenes que nos golpeen. Y, en estos casos, más que de crónica negra habría que tirar de Concepción Arenal con dos frases: "odia el delito, compadece al delincuente", o aquella de "abrid escuelas y se cerrarán cárceles".