jueves, 24 de marzo de 2011

On air: A mi no me disgusta la publicidad de Teófila

Una de tantas cosas "maravillosas" que ha hecho Teófila.
El 28 de marzo e publicará la convocatoria de las elecciones municipales. De acuerdo a la LOREG, Ley Orgánica de Régimen Electoral General, tras su última reforma, a partir de ese momento se acabaron la publicidad institucional y las inauguraciones. En Cádiz descansaremos.

A mi no me parece mal que Teófila Martínez anuncie sus logros en los periódicos; que en todos los medios escritos de la ciudad desde el Diario hasta Ese Cadiz oé aparezcan las fotos de lo mal que estábamos los pobres gaditanos antes de que ella llegara y lo bien que nos encontramos en la actualidad, los que resistimos sus años de mandato, que, como dice el Instituto Nacional de Estadística, somos cada vez menos y más viejos.
Ya digo, que yo no critico sus constantes cuñas publicitarias en la radio en las que presume de mejorar Cádiz a pesar de la crisis, pese a que omita que lo hace a costa de los impagos constantes y reiterados hacia los proveedores municipales, tanto que muchos tienen que cerrar y a otros sólo les queda la posibilidad de protestar aunque estén avisados de que eso supone no volver a contratar con el Ayuntamiento.
No me molestan esos grandes carteles ubicados por diestro y siniestro de la ciudad en los que se anuncian que en un futuro, entre lejano y muy lejano dispondremos de instalaciones que llevamos años viendo en maquetas pero que no conseguimos cristalizar aunque ya nos la sepamos de memoria. Ya han dejado el soterramiento pero siguen con esa piscina de Astilleros que ya ha vivido más campañas electorales que Pérez Peralta. O el pabellón del Casco Antiguo, que en lugar de avergonzarse por lo que tardaron en terminarlo y por las goteras que tiene sigue apareciendo, doce años después, como culmen de la gestión municipal popular.
Tampoco me opongo a que Teófila y los suyos inunden los buzones de los gaditanos con las mismas imágenes que ya hemos visto en la televisión, en los periódicos y en Internet de su maravillosa gestión. Ni siquiera estoy en contra de que la señora Martínez y su séquito se hayan montado una televisión en la que sólo salen ellos, Arenas y el alcalde de El Puerto, evitando la presencia de aquellos que tienen una opinión disidente con el equipo de gobierno municipal. Ni que a la televisión le hayan añadido una radio y a la radio un periódico digital como enésimo órgano de propaganda junto al que el Granma parece el New York Times por su objetividad.
A mi, lo que me parece mal, lo que detesto, lo que me indigna, es que la propaganda de esta señora y sus secuaces la paguemos todos los gaditanos con nuestros impuestos. Si ella y el Partido Popular hacen publicidad que la paguen con su dinero. Así será a partir del próximo 28 de marzo porque lo obliga la Ley Electoral. Nos libraremos por unos días del Con el Ayuntamiento de Cádiz, sí. Unos días que deberían ser eternos, porque el dinero de los gaditanos debe servir para invertir en el futuro de la ciudad, para pagar a esos proveedores asfixiados por los meses de impago pero no para el autobombo constante de la Alcaldesa como sirven ahora.

jueves, 17 de marzo de 2011

On air: La corrupción en una sociedad corrupta

Imagen tomada de estafador.com
En Andalucía acabamos de descubrir la corrupción. De repente, el tema vuelve a la palestra, casi como en los tiempos de Juan Guerra. Es cierto que la Junta de Andalucía ha reaccionado rápido, pero la sensación de que todo está demasiado emponzoñado, sensación que en muchos casos se sabe certeza, vicia el ambiente. Sin embargo, estas cosas no suceden de la nada. En España, en Andalucía y, especialmente, en Cádiz, la corrupción política es hija de la corrupción social.

Una de las cosas que más repugnancia me produce es la corrupción política. El último ejemplo el del recién descubierto de los EREs falsos que salpica, por no decir que embadurna, al PSOE de Andalucía.
Es uno de esos casos que ha superado la disputa partidista y ha alcanzado a la opinión pública para la supuesta vergüenza de la mayoría. Porque tenemos una clase política con muchos casos de corrupción, más de los tolerables en una sociedad honesta. La duda que se nos plantea es si la española y, especialmente, la andaluza, es una sociedad honesta.
Si no conociéramos a muchos trabajadores que no están de alta en la Seguridad Social o que son contratados por dos horas y trabajan ocho. Si no viéramos normal que un fontanero no nos dé la factura. Si nos pareciera mal falsear un curriculum, colarse en el fútbol o en el cine, Si no compartiéramos la calle con aquellos que se dieron de baja alegando una sordera que nadie es capaz de encontrar, probablemente la corrupción nos alarmaría muchísimo más.
Para que haya, al menos, 70 casos de individuos con falsas prejubilaciones no sólo hace falta un político corrupto, sino también un clima social que favorezca y, en muchos casos, aplauda a aquellos que se aprovechan así de las normas. La concepción de que lo público no es de nadie, está demasiado extendida en nuestra sociedad.
Eso por no hablar de los 800 casos en los que la Guardia Civil ha encontrado irregularidades con respecto a las subvenciones de la Unión Europea. 800 empresas sólo en la provincia de Cádiz, un tercio de las que solicitaron las ayudas. Si lo público no es de nadie, con los fondos de la Unión Europea aquí hemos hecho auténticas barrabasadas. Los políticos y los que no son políticos.
La corrupción política debería ser despreciada absolutamente. Los corruptos tendrían que parecernos apestados sociales. Pero nuestra sociedad tolera muy bien estas prácticas porque vivimos en un país de pícaros. En otros lugares un cargo público que es descubierto metiendo la mano en la caja no se le ocurre volver a presentarse. Aquí ha habido, hay y habrá alcaldes prevaricadores que repiten victoria electoral. Presidentes de Diputación que se eternizan en el cargo a pesar de habérselo llevado calentito y presidentes de Comunidades Autónomas imputados que piensan renovar en su cargo. Todos ellos votados por el pueblo. Porque todos decimos que nos indigna la corrupción, pero a la hora de votar, parece que lo olvidamos y así nos va.

domingo, 13 de marzo de 2011

Sonidos

He tenido la suerte de oír el rumor de las olas en muchos mares diferentes. En una cálida playa del Caribe, en el frío mar Báltico o, sin irme tan lejos, en el espigón de La Caleta. En todos esos sitios, he oído el silbido del viento en forma de brisa y en algunos su grito cuando se hace vendaval.

He oído el chasquido de los besos de la que me dio la vida en mis mofletes. He oído el clamor de unos aplausos después de un trabajo bien hecho. El repiqueteo de las manos que chocan en mi espalda cuando te abraza un amigo con sinceridad.

He oído el rugido de un estadio celebrar el éxito, el furor de una multitud que no se creía las mentiras de su gobierno, el estruendo desbocado de la plaza de la Libertad en Carnaval. He oído la cantinela de la llamada a Dios dicha desde una iglesia y desde una mezquita.

He oído el gemido apasionado de la mujer que amo. El alboroto de París a mis pies desde lo alto de la Torre Eiffel. El doblar de las campanas al ritmo de Falla en la plaza de San Juan de Dios. El estrépito de los caballos que galopan en la plaza del Campo de Siena. El suspiro del agua de los canales pasando por debajo de su puente, allá por Venecia.

He oído la magia de la música que sale de una garganta, de un violín, de un piano o de una guitarra. He oído voces amables y dulces, otras ásperas y violentas. He oído un te quiero dicho con el corazón, el aullido de la libertad en la boca de un hombre que creyó que no volvería a ver a su familia. He oído el griterío de las críticas y el susurro de los halagos.

He oído muchas cosas en mi vida. Pero nada se puede comparar al sonido de una carcajada de mi hijo.

jueves, 10 de marzo de 2011

On air: Mujeres de leyenda

Imagen de bebesymas.com
En esta semana, con el Día Internacional de la Mujer por medio, quería dedicar mi columna a un grupo de mujeres muy especial, una generación completa, que ha protagonizado la revolución femenina en España, primero como actriz principal y después como madre y ejemplo para los que veníamos detrás. Ahora, aún tienen fuerzas para seguir manteniendo vivo este país en su papel de abuelas. Sin prestaciones sociales suficientes, sin plazas de educación infantil, sin conciliación de horarios, con sueldos bajísimos, ¿qué harían tantos padres y madres si no fuera por ellas?

La medida de los 2.500 euros es un buen ejemplo de lo que ha sido la deriva del gobierno de Zapatero. En su momento, se presentó como un instrumento fantástico para combatir la bajísima natalidad en España y el envejecimiento de la población. Una de esas políticas sociales que quedaron abandonadas después sin que importara la natalidad, ni la pirámide poblacional ni nada que tuviera que ver con el futuro del estado español y sus habitantes.
No sé si será por el efecto de los difuntos 2.500 euros pero lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, han aumentado los carritos de bebé por nuestras calles y lo llamativo es que, muchos de ellos, la mayoría, de hecho, son empujados por mujeres que hace años que perdieron la fertilidad pero que mantienen intacto su instinto.
Es una generación de mujeres muy especial. Las que nacieron durante las décadas de los 40 y los 50 en España fueron educadas para ser mujeres cuando ser mujer equivalía a fregar, cocinar y cuidar a los hijos. Pero estas mujeres protagonizaron el gran cambio en el papel femenino en nuestra sociedad. Ellas fueron las primeras que masivamente salieron a la calle a trabajar y tuvieron que compatibilizar las horas de dedicación en la casa con empleos que servían para cuadrar las cuentas de esos hogares a los que esta sociedad consumista comenzaba a asfixiar. Hoy que ha dejado de sorprendernos ver a una mujer policía, taxista o bombero, hay que recordar que hace treinta y cinco años estas mujeres no podían abrir una cuenta corriente en el banco sin la autorización de su marido o su padre.
Ellas vivieron en primera persona la discriminación por ser mujer, reivindicaron su posición en la sociedad, educaron a sus hijos e hijas en igualdad y en libertad, todo lo contrario a lo que habían recibido en su educación.
Pero su condición de supermujeres, entrenada durante tantos años, no se ha perdido ahora cuando se convierten en abuelas y algunas ya jubiladas, otras aún en la brecha, sacan tiempo de su tiempo, como lo han hecho siempre, para cuidar de sus nietos. Ellas son las auténticas conciliadoras de la vida laboral y familiar porque son las que posibilitan que tantos jóvenes sigan siendo explotados mañana y tarde por un salario mileurista.
En esta semana en la que el Día Internacional de la Mujer saca a la luz historias de mujeres que permanecen olvidadas el resto del año y que les sirven a las políticas de carné y coche oficial para figurar como representantes de las féminas españolas, yo quiero acordarme de esas mujeres anónimas, madres antes, ahora abuelas, sin las que este país no podría funcionar.

jueves, 3 de marzo de 2011

On air: Políticos hipócritas, ciudadanos valientes

Zapatero y Gadafi. La foto está tomada de ABC.
Sólo 100 personas acudieron el pasado martes a la concentración en apoyo al pueblo libio que se organizó en Cádiz. La cuna de la libertad está preocupada en otras cosas. Mientras, muchas personas ponen en riesgo su vida en la búsqueda de la libertad.


Mientras Cádiz sólo piensa en Carnaval, el mundo asiste a uno de esos momentos que van a cambiar la Historia para siempre. Por fin los ciudadanos de los países del norte de África se han levantado contra los tiranos que llevan décadas sometiéndolos. Una ola democrática recorre la orilla sur del Mediterráneo y, uno a uno, van cayendo dictadores ante la fuerza de revoluciones populares pacíficas.
El movimiento es especialmente relevante habida cuenta de que esa zona del planeta siempre ha adolecido de democracia y libertades. La última aventura en esta línea la emprendió Argelia en 1992 pero acabó sofocada por un golpe de estado apoyado por la Comunidad Internacional. 
Y es que, si durante cuatro décadas las dictaduras han cercenado los derechos de los habitantes del norte de África gran parte de responsabilidad la tiene este mundo civilizado que presume de libertades. Con la excusa del islamismo, el terrorismo o por simples intereses económicos, las democracias occidentales han financiado, apoyado y respaldado todos esos regímenes desde Marruecos hasta Egipto.
Estos días Gadafi se resiste a abandonar el poder y masacra a su propio pueblo. Los gobiernos europeos se rasgan las vestiduras y anuncian que acudirán al rescate de los refugiados. Sin embargo, prefieren obviar que han estado apoyando a la dictadura libia durante los últimos años, que las armas con las que se repele la revolución son de fabricación europea y que Libia mantiene auténticos campos de concentración en los que encierra a los inmigrantes venidos del África central, pagados con fondos de la Unión Europea que no ha dudado en colaborar con el sátrapa libio para controlar a esos seres humanos que quieren buscar un mundo mejor.
A Europa se le llena la boca al hablar de derechos pero apoya a estas dictaduras desde Mauritania hasta Egipto para controlar la frontera sur. En la política exterior europea se hace bueno aquello de que no hay amigos sino socios.
De la hipocresia no se salva el Gobierno español, por mucho que  ahora la ministra Chacón se muestre supermolesta. Pepe Bono antes de aparecer en todos los medios como defensor de la democracia contra el golpe de Tejero, se hace la foto con el sátrapa guineano, Teodoro Obiang. Los ministros de Fomento e Industria le bailan el agua al régimen chino. Incluso el hombre del talante, que tanto ha hablado de igualdad, no tiene reparos en ir a buscar dinero y apoyos en un país como Catar en el que la mujer es un ser inferior y los derechos humanos no existen. Y es que, por lo visto, los principios de nuestros políticos sólo sirven de cara a la galería. Menos mal que en el mundo aún quedan ciudadanos valientes dispuestos a arriesgar su vida por su libertad.