jueves, 19 de septiembre de 2013

On air: la manifestación que no existió

La columna de hoy se ha iniciado tras ver las portadas de los dos periódicos de papel y de pago de la ciudad. Sé que no es cosa de los periodistas que van a las noticias que les dicen sus jefes. Probablemente sea culpa de esos jefes que no saben ver lo que pasa en la ciudad. Es más, en el caso del Diario de Cádiz no creo que se trate ni de una omisión consciente, sino de un error de apreciación e importancia. En el otro caso sí hay una voluntad de primar lo anecdótico frente a lo esencial.

Toda esta gente no es importante para los dos periódicos de Cádiz.
Foto: Rafa Lara
Una de las cosas que más me sorprendió de mis primeros acercamientos con los movimientos sociales fue su explícito rechazo a los medios de comunicación. Yo, que me crié con la confianza de que lo que no salía en los periódicos no existía, me veía desbordado por aquellas declaraciones de desprecio hacia los intereses de los medios de comunicación. 
A gran escala era consciente que determinadas cabeceras están más pendientes de la estrategia política que de la realidad. También sabía que algunos periodistas preferían acercarse al poder antes que a la calle. No obstante, conocía a buenos profesionales esforzados por ofrecer una visión contrastada de la realidad, sobre todo en los medios locales en los que ciertas realidades no se pueden ocultar. Si de verdad hacemos algo interesante y que llame la atención, los medios informarán. Así creía y así ha sido siempre su comportamiento con APDHA. 
Y no digo que no sea así, pero sorprende acercarse al quiosco gaditano hoy. Ayer por la tarde salieron a las calles de Cádiz una cantidad próxima a los 5.000 gaditanos para reclamar trabajo para la Bahía. Es lo que nos ha quedado a la clase obrera, salir a la calle a pedir trabajo, casi como esos pedigüeños a la puerta de las iglesias pedían, y cada vez más piden, limosna. Fue una manifestación pacífica y multitudinaria. Posiblemente, dadas las cifras de parados de nuestra Bahía, debería haber sido aún más masiva. Es posible, pero eso no quita para que fuera el acontecimiento de ayer en la ciudad. 
Sin embargo, hoy el Diario de Cádiz ni lo menciona en portada. Prefiere centrarse en un torero que ha venido a operarse a la ciudad. Cinco mil personas en la calle y ellos le dedican la foto a un torero. Casi peor es lo de la competencia que sí que saca foto de la manifestación pero para contar en portada que a Diego Cañamero no se le permitió estar en la cabecera. Ni una referencia a la cantidad de gaditanos, a los mensajes, al carácter pacífico de la manifestación. Quien viera ayer pasar la masa por la calle Ancha y vaya hoy al kiosco pensará que lo de ayer fue una alucinación. 
Negar la realidad en tiempos como los actuales, con las redes sociales y los medios alternativos de comunicación es especialmente absurdo. No estoy hablando de ocultar la imputación de Romaní en el titular. Ni siquiera de loar las bondades de la Alcaldesa que les paga la publicidad. Estoy hablando de contar la realidad, esa que pasa ahí afuera y que afectó ayer a 5000 gaditanos, a sus familias y allegados y a los habitantes del Casco Antiguo de Cádiz. Si a esos periódicos no les interesan los gaditanos, que no se extrañen que a los gaditanos no les interesen esos periódicos.

jueves, 12 de septiembre de 2013

On air: Una generación con la maleta hecha


Hoy había tantos temas sobre los que hablar que casi he preferido esquivarlos todos. Desde la imputación de Griñán hasta la de Romaní pasando por la Vía Catalana de ayer o el Día de Gibraltar del martes. Tantas cosas sobre las que opinar que he preferido contar una historia que me afecta personalmente. La historia de mi amigo del que he omitido el nombre pero que quien me conoce y lo conoce a él sabe quién es.

Conozco a mi amigo desde hace casi veinte años. Cada sábado, muchos jueves y algunos domingos jugamos al fútbol juntos y después de tantos años hemos fraguado una sólida amistad. Con todo, no le he pedido permiso para contar hoy su historia pero como es mi amigo espero que no le importe. En realidad, hasta que no regresé a casa, solo, después de haberle estrechado la mano y haberme despedido de él hasta, como mínimo el año próximo, no supe que en esta columna contaría la historia de mi amigo. 
Mi amigo se va. Este fin de semana sale el avión que lo llevará a un país asiático donde ha encontrado trabajo de lo suyo, como ingeniero. Porque mi amigo tiene una titulación universitaria. Él cumplió con lo que le tocaba. Se formó, estudió, se preparó. Y después ha trabajado. Ha trabajado casi de todo. Como tasador en los años de la burbuja inmobiliaria, en empresas auxiliares de la industria naval y hasta como telefonista en un call-center. Ha alternado períodos de trabajo con períodos de paro y con treinta y muchos aún no ha alcanzado la estabilidad suficiente para embarcarse en la idea de ser padre. De hecho, hace cuatro años parecía que sí, que por fin tenía un trabajo con perspectivas de futuro y se casó con su novia de toda la vida. De ella se tendrá que separar este fin de semana para volverla a ver el año que viene. Once meses en Asia.  
Ayer hablábamos del tema con una resignación ilusionada. Te irá bien, es una magnífica experiencia, conocerás otro idioma, otra cultura. Mentiras piadosas para no decirle que lo echaré de menos, que me indigna que se tenga que ir él, que es un currante, un tío preparado y que se ha esforzado mucho en la vida. Se irá porque no le queda otra. Porque se le ha acabado la prestación por desempleo y tiene una hipoteca por pagar. Pero, sobre todo, se irá porque no tiene ninguna perspectiva de futuro. 
Debe ser que como trato en mi día a día la inmigración y los problemas, los anhelos y las frustraciones que provoca en los inmigrantes que me sigue doliendo tanto que la gente, que mi gente se vaya. Debería estar acostumbrado. Cualquiera en Cádiz nacido entre los setenta y los ochenta ha visto irse a tanta gente. Primero a Canarias, después a Levante, a Madrid, más tarde a Europa y ahora hasta a Asia. Ahora esa sensación se generaliza a España entera. 
Perdónenme que hoy no haya hablado de los EREs, de Quality Food o de los sobresueldos en el PP. Pero he hablado de mi amigo porque creo que casi todos tenemos un amigo que se ve obligado a emigrar. Y porque, en el fondo, los EREs, los sobres y todos los mangoneos a los que asistimos impertérritos son la causa por la que este país se desangra económica y humanamente con tantos amigos que se tienen que marchar.