martes, 27 de noviembre de 2012

Amar a Mar


De entre las flores que nacen nuevas en mayo, este año, si nada se tuerce, nacerá Mar. Hoy me han confirmado que seré padre de una niña y, la verdad, me cuesta verme en ese papel. Ya, ya sé que hace dos años que disfruto de la condición de referente y modelo de ese pequeño que llena mis mañanas y mis sueños, pero en este caso es distinto.

Parece mentira que lo diga yo, que siempre he defendido la absoluta igualdad del hombre y la mujer. Puede que sea precisamente por eso, porque la defiendo pero sé que no existe, que está lejana. Los temores lógicos de la espera de un nuevo ser que está por nacer se multiplican por el sexo del bebé y me aterran las dificultades que se puede encontrar mi hija en este mundo, sólo por el hecho de ser mujer.

No se trata sólo de los riesgos de que llegue a las cuatro de la mañana a casa cuando tenga quince años. Eso es anecdótico, más allá de los riesgos de su seguridad. A mi me preocupan otras cosas. Me preocupa que un malnacido que le diga que la quiere le haga moratones, pero no a besos sino a golpes; que tema ser despedida por pretender traer una nueva vida al mundo; que tantos y tantos no la vean como una igual sino como un ser inferior al que proteger, asumir o tutelar; que un jefe quiera saciar sus frustraciones con ella.

Ante todo eso, sé que no puedo jugar el papel de modelo y ejemplo para esa niña que está por venir, porque ella se encontrará muchos prejuicios, muchos problemas, muchos obstáculos que yo jamás tuve que salvar. A mi nunca me miraron a las tetas. Nadie cuchicheó que yo perteneciera al cupo. Nadie insinuó nunca conquistas de cama para justificar nada de mi vida. Pero si yo fuera mujer seguro que me habría encontrado alguna de las tres. O las tres.

En realidad, sé que nada tengo que temer. Que aunque yo no le vaya a servir como ejemplo, esa niña que está creciendo en el vientre de su madre tiene suficientes ejemplos para llegar a donde quiera llegar. La primera su propia madre. En la vida le serán muy útiles la valentía, el coraje y la determinación que ella desprende en cada cosa que se propone. Pero también me gustaría que tuviera la dulzura y la paciencia que alumbran a mi madre. Y la capacidad de sacrificio y el talento de mi hermana. Y la generosidad de la madre de su madre. Y el valor y la inteligencia de tantas mujeres válidas, fuertes y capaces con las que me he encontrado en mi vida y con las que me sigo encontrando.

Con esas cualidades o con otras, espero poder darle la educación suficiente para que sea independiente, que ame porque quiera amar, con cordura y mesura, tal y como le enseñaré a su hermano. Y como quisiera inculcarle a él, espero que Mar tenga sus propias metas, que luche por ellas, que las alcance sin pisotear nunca a nadie y que se esfuerce por ser mejor mujer, mejor persona cada día. De momento, con sólo 115 gramos de peso, le puedo ofrecer mi amor, mi vida y mi esperanza para hacer su futuro mejor.

jueves, 22 de noviembre de 2012

On air: ¿Jueces o matones?

Ruiz Gallardón, el ministro responsable
de la reforma. Foto: allegramag.com
Estoy indignado. La reforma de las tasas judiciales me parece un golpe al Estado de Derecho orquestado desde el Gobierno. No creo que sea cuestión de mi profesión, aunque también. Lo veo tan de cerca que, probablemente, puedo preocuparme más que la mayoría de la gente por un tema así. No obstante, considero que es un tema que debería preocupar a la totalidad de ciudadanos. O, al menos, al 99%. Por eso he aprovechado mi columna de esta semana en Hoy por Hoy Cádiz para exponer mi malestar por esta reforma.


Un año en el Gobierno da para hacer muchas cosas. Se ha demostrado que no da para sacar a España de la crisis. Aquí las versiones difieren. Para ellos, un año no es suficiente porque el abismo en el que nos metió Zapatero era tan grande que para salir se necesita tiempo, todo el tiempo del mundo. Para la calle, no salimos de la crisis porque el rumbo de la austeridad no conduce a la recuperación sino que agrava nuestra situación. 
Desde luego no será por medidas. Agenda reformista, la llaman ellos; recortes los llama la calle. En este año han diseñado y ejecutado una reforma laboral, otra educativa y otra sanitaria; han eliminado fondos para la investigación, las ayudas sociales y la dependencia; han proyectado un nuevo Código Penal, un aumento del IVA y del IRPF y una amnistía fiscal. Todo menos gravar las rentas más altas, suprimir privilegios políticos o mejorar la lucha contra el fraude fiscal. 
Sin embargo, de todo lo que ha hecho el Gobierno en este tiempo creo que la peor medida ha llegado precisamente el primer día del segundo año. La aprobación de la ley de tasas judiciales supone un atentado contra el derecho a la tutela judicial efectiva que reconoce nuestra Constitución. Es difícil modificar una norma y que todos los afectados muestren su disconformidad. Es lo que ha ocurrido en este caso. Jueces, fiscales, abogados, usuarios; todos están en contra del tasazo judicial. En realidad, cualquier ciudadano debería mostrarse en contra. 
Sobran las razones cuando descendemos a los ejemplos. Recurrir contra una factura de telefonía injusta costará 300 euros, un divorcio en el que haya que repartir la casa, 900 euros, cobrar un pagaré sin fondos 200 euros. 
Con todo, quien más beneficiada sale es la Administración. Cualquier recurso judicial contra la Administración empieza por costar 200 euros. Si a usted le ponen una multa por 100 euros, recurrirla le costará 200. La realidad es que nadie recurrirá aunque lleve toda la razón del mundo. La duda es saber si la Administración ahora que se sabrá materialmente fuera de control de los jueces y tribunales será respetuosa con las normas o se incrementarán los abusos. 
Es probable que se acabe con el atasco judicial pero a costa de dejar de impartir Justicia. Es el triunfo absoluto del liberalismo. Si el Estado no va a proporcionar educación, sanidad, ni Justicia se acerca a su inutilidad y su desmantelamiento. Sólo quedarán los policías para controlar y dar palos en manifestaciones. Lo que no debe sorprendernos es que la gente comience a tomarse la justicia por su mano porque saldrá más barato mandar matones a cobrar una deuda que ir al Juzgado.

jueves, 15 de noviembre de 2012

On air: Mis paradojas ante la Cumbre

Una de las cosas que no me gustan de la Cumbre:
el monumento del Bicentenario.
Foto de lavozdigital.

Ya pasó la Huelga General. Como siempre, baile de cifras, unos pensando en los que no permiten a sus trabajadores ejercer su derecho, otros insistiendo en los que coaccionan a los que van a trabajar. Lo de siempre, vamos. Y en estas Cádiz se planta ante la Cumbre Iberoamericana. Y a mi me surgen muchas dudas. Dado que carezco de la seguridad del pensamiento único, sea de un lado o de otro, veo muchas cosas que no me gustan, pero me gusta que se celebre la Cumbre. Un poco la propia esencial del título de este blog. Lo trato de explicar en la columna de hoy aunque no sé si me explico bien.

No tengo clara la utilidad de una Cumbre Iberoamericana. No creo que sólo sea cosa mía. Incluso sus propios protagonistas cuestionan el formato y el sentido de una reunión de este tipo. Desde el famoso “¿Por qué no te callas?” la imagen que se transmite parece recordar más tiempos pretéritos en los que los virreyes rendían cuentas al imperio colonial que una reunión de iguales. Durante dos décadas España le ha dado la espalda a Iberoamérica enfrascada como estaba en su nueva condición de rica europea y ahora se somete para tratar de recuperar vínculos históricos. Resulta paradigmático oír hablar al ministro Margallo de establecer vías para la emigración de españoles a Hispanoamérica cuando durante estos años se han puesto todos los obstáculos posibles, y se siguen poniendo, a la llegada de los habitantes de estos países a la Madre Patria.
 No soporto la marginación histórica que en este tipo de contextos sufren los pueblos indígenas. De todos los presidentes que vienen a Cádiz, sólo Evo Morales y Ollanta Humala tienen ese origen. Mientras, en Chile, Honduras o Guatemala, por poner tres ejemplos, los descendientes de los primitivos habitantes de esas tierras sufren la explotación y la violencia institucionalizada de sus gobiernos.
No me gusta que mi ciudad esté tomada por la policía. Parece sitiada, doscientos años después. En un momento en el que la seguridad se basa más en la inteligencia y en la investigación, nos volvemos a encontrar con demostraciones de fuerza que no contribuyen a la prevención sino, en todo caso, a la represión. Todo ello sin olvidar el gasto que supone para las depauperadas arcas públicas movilizar a tantos agentes.
No entiendo la razón que ha llevado al Subdelegado del Gobierno a prohibir la Cumbre Alternativa que se iba a celebrar en la Facultad de Filosofía y Letras y desterrarla hasta Puerto Real. Ya sabemos que a este Subdelegado le gusta mucho prohibir y que, con tanta prohibición, se ha encontrado con varias sentencias judiciales que le afean ese exceso de celo. Se sabe que en la Cumbre se hablará, entre otras cosas, de la droga en general y de la coca en particular. No sabemos si el Subdelegado tiene una ponencia sobre cómo perder 300 kilos de cocaína y no dimitir.
Y dicho todo esto, si la Cubre ha de celebrarse, me alegro de que sea en Cádiz. Es, sin lugar a dudas, el gran éxito de este Bicentenario. Durante dos días, Cádiz alcanzará una repercusión internacional de la que ha carecido el resto de la conmemoración. Estoy seguro de que los gaditanos estarán, como siempre, por encima del evento y dejarán el nombre de Cádiz en todo lo alto. Otra cosa es que cuando todo esto se acabe, tengamos que comenzar a pedir cuentas a nuestros gobernantes. 

jueves, 8 de noviembre de 2012

On air: El Remolino de la censura

Andan los mentideros gaditanos, sobre todo los carnavalescos, revolucionados por la revelación de Quique Remolino. Según el chirigotero, Onda Cádiz le habría exigido, para emitir una grabación, que no mencionase a Teófila en el repertorio. A nadie le extraña, ciertamente. Todos sabemos cómo se las gasta el teofilismo, dirigido por ese hombre que sigue en la política pero sin presentarse a elecciones. La historia del Remolino me ha recordado una anécdota personal y a ello le he dedicado mi columna de esta semana para Radio Cádiz.


Voy a permitirme contar una anécdota personal. Hace un par de años, la asociación en la que participo, organizó unas Jornadas Internacionales sobre Derechos Humanos. Cuando se desarrollaban aquellas jornadas acudimos a distintos medios de comunicación para difundir el evento y que algunos de los ponentes fueran entrevistados. Lo hicimos en esta emisora con una representante de RAWA, la red de mujeres revolucionarias de Afganistán, en Onda Cero, Canal Sur y la difunta Punto Radio, entre otras.  
Aquellos días también nos llamaron de Onda Cádiz. Una presentadora de la radio y la televisión públicas municipales concertó conmigo, personalmente, una entrevista para que pudiera hablar de aquellas jornadas. Esa misma semana en Radio Cádiz se emitió mi columna en la que criticaba la poca atención que el Ayuntamiento de Cádiz había prestado a la organización de las Jornadas. La consecuencia fue inmediata, esa tarde me llamó la misma presentadora de Onda Cádiz para cancelar mi participación en su programa. Ya no había tiempo para las Jornadas en las emisoras municipales. 
Recordaba de esta historia el otro día cuando Quique Remolino hacía públicas las curiosas condiciones que el equipo de Onda Cádiz Televisión que grabó una actuación les impuso. Lo que quieran, pero que no hablen de Teófila, dicen que les dijeron. Eso se llama censura, que en cualquier medio de comunicación es mala, pero que cuando hablamos de un medio público resulta bochornosa.
No se trata ya de que los políticos de la oposición aparezcan en la tele que pagamos de nuestros impuestos. En eso también suspende Onda Cádiz según el último informe del Consejo Audiovisual de Andalucía es la tercera televisión con menos aparición de la oposición, sólo superada por las también populares televisiones de Fuengirola y de Motril. Pero es que en Cádiz vamos más allá, en Cádiz ni siquiera quieren que aquellos sectores sociales que tienen una voz discordante, una opinión distinta, puedan aparecer en esa cadena.
Siempre me ha sorprendido la poca cintura que tiene el teofilismo que nos gobierna para la crítica. A pesar de sus arrebatadoras victorias electorales, de su apoyo masivo, mantienen mandíbula de cristal ante las opiniones disonantes. No les basta vencer sino que pretenden convencer como si no cupiera otra opinión que la de la Señora Alcaldesa y la mano morena que mece la cuna.  Para eso compran periódicos con publicidad institucional y tienen su propia televisión y radio, censoras y manipuladores. 
Ante eso, cuando veo que nos hablan de recortes, de impagos municipales, de la difícil situación de las arcas municipales, siempre pienso lo mismo. ¿Para cuándo el cierre de Onda Cádiz? Y en este caso, me costará sentirlo por sus trabajadores, que aceptan la manipulación y la censura.

jueves, 1 de noviembre de 2012

On air: Miedo auténtico


Imagen de un desahucio. Foto: niavero.org

Las fiestas de Halloween se generalizan por toda España. Algunas tan desgraciadas como la que acabó con la vida de, al menos, tres jóvenes en Madrid. La moda de pasar miedo la noche de Todos los Santos la hemos importado de los americanos. Sin embargo, no hace falta recurrir a monstruos, zombies y vampiros para sentir el miedo en España.

El día después a la dichosa noche de Halloween nos asustamos al ver cómo las costumbres americanas han invadido nuestro país y hasta este rincón trimilenario de Occidente sucumbe a la dichosa frasecita del truco o trato. La industria del entretenimiento americana nos ha colonizado. Copiamos mucho de los yankis. No hay ciudad española sin McDonald’s, Papa Noel le gana terreno a los Magos de Oriente y las Jennifer, Jessicas y los Izam llenan las partidas de nacimiento de nuestros Registros Civiles. 
A nivel popular importamos de los americanos. Incluso a nivel financiero muchas de nuestras sardinitas, como dijo Maruja Torres, jugaron a ser tiburones en Wall Street y hundieron a sus empresas. Sin embargo, cuando les interesa a los poderosos, la importación no se produce. ¿Sabían ustedes que en muchos de los Estados de Estados Unidos existe la dación en pago? Sí, es ese sistema de acuerdo al cual si no puedes pagar la hipoteca de tu vivienda, la devolución de la casa al banco supone la cancelación del préstamo y, por tanto, que no se puedan seguir exigiendo las cantidades. En España, como sabrán esto no ocurre. Aquí, la ley hace que la hipoteca nos acompañe aún cuando entreguemos la casa puesto que el banco se la puede adjudicar por la mitad de su valor y que el deudor siga debiendo el resto del importe. 
Ayer Ana Botella mostraba su insensibilidad ante el tema de los desahucios manifestando que la ley está para cumplirla. Es eso que llaman el imperio de la ley. Ese dogma que nos permite mantener la vida en sociedad. Lo que no decía la señora de Aznar y alcaldesa de Madrid es que nuestra Constitución también reconoce el derecho a una vivienda digna. Como el derecho al trabajo. Derechos que deberían ser de obligado cumplimiento o, al menos, deben servir de criterio rector para la actividad de las instituciones públicas, comenzando por el legislador. 
La ley está para cumplirla, pero también para cambiarla cuando se detecta que no sirve a los intereses generales, que es injusta o que no respeta la Constitución. La ley, en este caso, podría ser otra. Es más, debería ser otra. Nos decían que el sistema hipotecario sin dación en pago garantizaba la estabilidad bancaria, pero era mentira. La realidad era que nuestros bancos eran muertos vivientes y que, como zombis, para salir adelante requieren de nuestra sangre, mediante impuestos y recortes para sobrevivir. 
Y mientras que nos chupan la sangre nos siguen clavando la estaca de los desahucios, cada día decenas de familias expulsadas de sus viviendas y condenadas a vivir en el frío de quienes no tienen nada, tan desesperadas que las tumbas se llenan de suicidas que no ven otra salida que la muerte. Eso sí que da miedo, y no Halloween.