jueves, 9 de junio de 2011

On air: La crisis como excusa

La columna de hoy nace de una noticia que ayer publicaba La Voz de Cádiz y que se une a la constatación empírica de que a algunos las cosas no le van tan mal. Sólo hay que mirar tantos y tantos bares que están ahora tan llenos como antes y en los que de los cuatro camareros, sólo han mantenido a dos. Dicen que el turismo crece en toda España, pero en nuestra provincia, el crecimiento no se refleja en el empleo, porque para el mismo trabajo, ahora son necesarios 1.600 trabajadores menos.


Mañana viernes el gobierno aprobará la reforma de la negociación colectiva. Esa reforma tendría que haber salido de la mesa de dialogo entre empresarios y sindicatos, pero tras las elecciones de mayo y al ver que los suyos estaban a punto de llegar al poder, los empresarios radicalizaron sus posturas y evitaron un acuerdo al que le faltaban 15 minutos.
La negociación colectiva es uno de los fantasmas de los empresarios españoles. No les gustan los convenios porque marcan unos mínimos de obligatorio cumplimiento para los trabajadores y eso desagrada al patrón. Ellos nos prefieren a los trabajadores en individual, uno por uno, cautivos y desarmados, para ofrecer el plato de lentejas que si no las tomas, las dejas porque habrá otro (otros miles de desempleados) esperando aceptarlas.
Eso, claro está, cuando hablamos de empresarios que cumplen con los convenios. Porque en nuestra provincia, quitando las diez o doce grandes empresas en la que la representación de los trabajadores tiene fuerza suficiente para exigir el respeto de lo pactado, la realidad se aleja mucho de la norma.
Es una percepción que se constata con datos. Según publicaba ayer la prensa, en el primer trimestre de este año los trabajadores de la provincia habían hecho 29.400 horas extraordinarias sin cobrar. Algo así como el trabajo de 1.600 personas más.
Trabajar sin cobrar. Como en las plantaciones de Virginia del siglo XIX. Como siempre en África. Ya no hace falta látigo. Sólo una mirada con la que transmiten que como tú tengo centenares, miles a la espera. El compromiso ético, esta gente se lo pasa por el forro. Sólo quieren ganar más y se olvidan de esas 1.600 personas que podrían trabajar, llevar un sueldo, más o menos mísero, a su casa; de que generarían riqueza, aumentaría el consumo y tendríamos 1.600 razones menos para preocuparnos de la crisis.
La crisis, la maldita crisis y todas sus hijas: la precarización, la falta de especialización, la temporalidad. Esas que ya conocíamos de antes pero que desde que se acabó la fiesta nos está tocando soportarlas. Al menos a algunos, porque otros siguen con sus Mercedes, sus partidos de golf y sus cenas de empresa en El Faro. Han aprovechado la crisis para apretar aún más las tuercas a los trabajadores. Han descubierto que con el restaurante igual de lleno y dos camareros menos, ganan aún más. Y ahora quieren coger posiciones para el futuro, para cuando vuelvan las épocas de vacas gordas, que ellos no han dejado nunca de vivir, por mucho que lloren. Ellos lloran, nosotros nos indignamos de que usen la crisis como excusa.

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