El 21 de mayo se ha convertido en un día que no olvidaré nunca. Este martes he vuelto a ser padre de una niña que se llamará Mar. He tenido la suerte -o la puntería- de que tanto Mar como su hermano han llegado llenos de salud, en el momento deseado y en un entorno que les puede ofrecer amor y toda la estabilidad que este mercado laboral puede ofrecer. Entiendo que plantearse la maternidad en otras condiciones debe ser complicado. Por eso no me siento legitimado para obligar a nadie a asumir una maternidad no deseada. A mi paternidad y a la reforma del aborto he dedicado mi columna de esta semana.
De todas las experiencias que he tenido en mi vida, la más emocionante, única e incomparable es la de ser padre. Contemplar el crecimiento, el desarrollo y la apertura al mundo de un pequeño ser que sientes como tuyo porque tiene muchos de tus defectos y las virtudes de la persona con la que compartes la vida es una aventura apasionante. Tan maravilloso nos ha parecido el viaje que desde el martes estamos embarcados en una nueva singladura de paternidad que nos llevara por el Mar más inescrutable pero también el más satisfactorio.
En esos momentos previos al parto se aprecia de la forma más nítida posible la debilidad de la condición humana. Visto desde el papel de espectador que tenemos los hombres en este proceso hay tantas cosas que pueden salir mal en un instante tan decisivo o en los nueve meses precedentes que el resultado positivo, el equilibrio perfecto alcanza una dimensión especial. Desde el papel protagonista de la mujer las incertidumbres, los miedos y la satisfacción han de ser aún más intensos.
Desde ese papel secundario que me corresponde me cuesta entender las razones que pueden llevar al poder, siempre masculino, a intervenir en la decisión de una mujer sobre la continuación de su embarazo. Resulta espeluznante que el Estado impida a una embarazada consciente de que el feto que lleva en su interior sufra malformaciones a interrumpir su embarazo. No puedo imaginar lo que supone vislumbrar un futuro de nueve meses con un peso no deseado en el vientre; afrontar el esfuerzo del parto sin amor, sin convicción, sin ilusión…
La reforma del aborto de Gallardón parte de una visión masculina en la que la mujer no tiene capacidad ni madurez para decidir. Una reforma que conduce a tiempos pretéritos, a orfanatos, abandonos entre las clases más bajas o a viajes a Londres entre las adineradas..
No son días fáciles para ser madre. Sólo hay que pasarse por el Hospital Puerta del Mar que ha cerrado la cuarta planta de maternidad por falta de partos. Un presente difícil de desempleo, precariedad, recortes en educación y sanidad, reformas laborales,… y un futuro casi igual de negro
No creo que ninguna mujer frivolice sobre su embarazo. No imagino a nadie abortando por placer. Cada aborto esconde tras de sí una tragedia pero, en muchos casos, la obligación de continuar con un embarazo no deseado esconde una tragedia mayor. Y si hay alguien que no está legitimado para imponer esa obligación es un gobierno incapaz de ofrecer ni soluciones ni esperanzas a la sociedad.
Sencillamente bello, cierto y emocionante. Un beso a la distancia (corta) para los 4...Cuidado, Diego, ya son 2 a 2...
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