La primera vez que oí hablar de El independiente me pareció una locura. Poco después me lo contó uno de los protagonistas con una paellera de por medio. A mi interlocutor le dije que era un proyecto maravilloso pero en mi interior seguía pensando que era una quimera. No era hipocresía. Mi ordenada cabeza de jurista, con sus plazos, sus impuestos y las obligaciones sinalagmáticas jamás se embarcaría en un proyecto así. Sin embargo, mi corazón de comuna y mi alma de periodista frustrado me llevan a desear con fervor que el proyecto salga bien.
Porque no me dirán que el proyecto no parece una locura. Es apostar por la triple decadencia: prensa, papel y Cádiz. Supongo que eso es lo que diferencia a los intrépidos de los cobardes como yo. Arriesgarse con valentía en aquellas situaciones que parecen menos propicias.
Sin embargo, otros factores invitan a pensar que se trata de un maravilloso sueño. El método cooperativista se plantea como la única alternativa posible para generar empleo en un sector tan golpeado por el paro como el periodismo. La libertad que se desprende de no tener patrón ni rey en estos tiempos en los que la publicidad institucional y los gabinetes de prensa han fagocitado la independencia es una invitación a soñar. Son elementos que invitan a adoptar el proyecto como propio aunque no participemos en él más que como humildes lectores.
Porque un periódico es algo más que una simple empresa. Un periódico es soporte fundamental de la democracia, garante de la libertad de información. Pero no nos engañemos, un periódico también es un medio de influir –en la política, en las empresas, en la sociedad-, y un negocio que se fundamenta en vender ejemplares todos los días.
Como lector, espero que los ideales que alumbran al Independiente se mantengan en el tiempo. Que den voz a los ciudadanos, al tejido social; que abandonen el discurso partidista, pero que no mantengan la equidistancia que es tan criticable como el sectarismo. También espero que no caigan en el sensacionalismo, que preponderen los análisis serios, los reportajes en profundidad, las entrevistas sin preguntas pactadas. Y si pueden, que saquen a la luz esas noticias que los poderosos mantienen ocultas con su dinero, público o privado.
Tengo amigos embarcados en el proyecto y, por ellos y sus familias, deseo que todo salga muy bien, que la osadía triunfe ante la lógica. Pero también lo espero por mí, como ciudadano, y por esta ciudad tan viciada, tan caduca. Larga vida al Independiente y a todos los osados que se arriesgan.
jueves, 4 de abril de 2013
On air: Independientes
La columna de hoy está dedicada al nacimiento de un nuevo periódico en Cádiz: El Independiente de Cádiz. Desde que supe que su primer número saldría en miércoles pensé en dedicarle mi columna del jueves. Lo tenía claro hasta que ayer leí este comentario del gran Pepe Landi y me lo pensé dos veces porque cuando los grandes gurús hablan los aprendices de brujo deberíamos callar. Sin embargo, el propio Pepe me dijo que quería leer mi opinión sobre el tema así que decidí escribir unas líneas. Después, releído no sé si es demasiado elogioso e, incluso, un poco injusto con los profesionales de los otros periódicos que se esfuerzan en hacerlo lo mejor posible. Pero, con todo, creo que he dicho todo lo que quería decir sobre el tema, que no es poco.
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