jueves, 21 de octubre de 2010

On air: El nuevo Gobierno y la coherencia

Rosa Aguilar, antes de ser ministra.
Foto: otracordobaesposible.wordpress.com
En mi columna de esta semana no he sido nada original. Yo también he hablado de la reforma del Gobierno, como todos los comentaristas. En general, creo que el Gobierno que entra es mejor que el que sale. Sin embargo, algunas de las decisiones de Zapatero me parecen inadecuadas y, sobre todo, faltas de coherencia. Sobre todas, la de nombrar a Rosa Aguilar.

Parafraseando a aquellos cómicos, hoy toca hablar del gobierno. Pero yo no voy a comentar nada del reforzamiento de Rubalcaba. Ni de la recompensa a Trinidad Jiménez por haber perdido las primarias en Madrid. Ni siquiera de la merma que sufre el ejecutivo con la salida de Fernández de la Vega.
Yo quiero hablar de coherencia, algo tan en desuso en la vida política. Porque resulta sorprendente que el nuevo ministro de Trabajo, que tendrá que encargarse de desarrollar la reforma laboral estuviera el día de la huelga en las manifestaciones sindicales contra dicha reforma. Dicen los que saben que fue uno de los asesores del símbolo de la derechización del gobierno. Es extraño que alguien asesore una medida y, a la vez, se manifieste contra ella, a no ser que su asesoramiento fuera despreciado por quienes tomaban las decisiones. Habrá que ver su labor como ministro para ver si mantiene la coherencia entre lo que dice en las manifestaciones y lo que hace como político. De momento, puede gozar del beneficio de la duda.
La que no tiene tal beneficio de la duda es la nueva ministra, Rosa Aguilar. Me parece increíble que alguien que se presentó con unas siglas determinadas en el 2008, que embaucó a sus electores haciéndoles creer que su proyecto personal para los siguientes cuatro años era ser alcaldesa de Córdoba, acabe sentada, en menos de dos años, en el Consejo de Ministros con otro partido político. Si la maniobra de cambiar de caballo en plena carrera para irse con Griñán a Sevilla resultaba indecente, su paso a Madrid es el perfecto ejemplo de lo peor de la política española. El mercadeo de puestos y sillones que no respeta a los electores ni a las ideas. Rosa Aguilar se ha convertido, por méritos propios en la mayor de las tránsfugas políticas de la política reciente española.
De todas formas, resulta difícil exigir coherencia en un gobierno en el que el mismo presidente adolece de ella. Sus grandes apuestas eran las políticas sociales y, cuando llegan mal dadas, le da el gusto a la derecha de cargarse el ministerio de Igualdad. Ahorro cero, porque todos los funcionarios, aún con rango degradado, mantienen su puesto. Pero carga simbólica muchísima. Pese a las alarmantes cifras de asesinadas por malos tratos, pese a las notables diferencias que se mantienen entre hombres y mujeres en el Estado español, el ministerio de igualdad, la que decían que era la gran apuesta política de Zapatero, fallece engullido por la presión mediática más conservadora.
Con Zapatero, como con Rosa Aguilar como con la gran mayoría de políticos actuales, las apuestas, las ideas sólo sirven de cara a la galería, porque a la hora de la verdad, lo que más les interesa es guardar su sillón, aunque sea sacrificando su coherencia personal.

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