miércoles, 20 de octubre de 2010

El Gran Hermano en Cádiz

Que nadie se me asuste. No voy a hablar de la presencia de una pareja de gaditanos en la vorágine autodestructiva a la que llaman programa de televisión y que sirve para rellenar las mañanas, las tardes y las noches de la programación de esa cadena de televisión que estupidiza a nuestro país.

El Gran Hermano en Cádiz, ese ojo que todo lo quiere ver, como el archícitado 1984 de George Orwell, tiene su sede en San Juan de Dios. Desde allí se promueve la colocación de cámaras de videovigilancia en la ciudad. Dicen que para controlar el tráfico de las calles peatonales. No sé ustedes, pero yo nunca he visto un coche por Ancha, Columela o Corneta Soto Guerrero. Por San Francisco, sí: los policiales que custodian el indigno edificio del Juzgado de Menores, pero ese es otro tema.

Cámaras de videovigilancia para estar más seguros, claman los de siempre eternizando ese debate entre libertad y seguridad. Como si la seguridad se pudiera garantizar con unas cámaras. Dicen que son liberales, pero no creen en las libertades. Las coartan, las controlan. Vallan los parques y ponen cámaras, porque ellos sólo saben prohibir. Porque la intimidad del ciudadano no les interesa, aunque sea un derecho constitucional. Porque la única intimidad que les sirve es la que tienen para crear tramas corruptas.

Puestos a garantizar la seguridad, yo quiero cámaras en todas las comisarias de policía, en todos los calabozos y en todos los interrogatorios, para saber que a los detenidos se les respetan sus derechos. También creo que mejoraría la seguridad de los dineros de todos si en determinados despachos de determinados políticos pusieran videovigilancia.

Esta deriva represora no conduce a ningún sitio. Tenemos en el poder a muchos vendedores de miedo y en las calles gran parte de la población está deseosa de comprar su porción de miedo. La compran y, a cambio, entregan sus derechos, esas libertades civiles que forman parte del núcleo inviolable de la persona y a las que renuncian. Si yo no hago nada malo, dicen. De momento. Hasta que un día algún poderoso considere que hablar mal de su banco, de su empresa o del político de turno sea hacer algo malo.

Las cámaras de videovigilancia se pondrán en Cádiz. ¿Quién lo duda? Se instalarán como se han instalado en tantas otras ciudades del estado español. Pero la seguridad no mejorará como no ha mejorado en tantas otras ciudades del estado español. Cuando tenga que pasar algo, sucederá. Como hasta ahora. Pero por el camino habremos perdido otra parcela más de nuestras libertades. Otro punto más de nuestro intimidad que se queda al control de ese ojo que todo lo ve.

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