Ni la coronación de Felipe VI, ni las
obras en las murallitas de Cádiz, ni siquiera
la sentencia elogiosa de la Jueza del 3 de Cádiz sobre Teófila Martínez (aunque esta noticia llegó más tarde). Para mi, lo más relevante de esta semana ha sido la constatación del crecimiento de la pobreza infantil en España. Creo que si hay un salario social justificado es un salario infantil en el que todos los niños, especialmente aquellos cuyas familias carecen de recursos, reciban una cantidad suficiente para su alimentación y cuidados. Y no los míseros
puntos que da ahora la Seguridad Social.
Este
año el verano se está resistiendo a llegar tal y como todos lo conocemos. De
hecho, por primera vez en lo que yo recuerdo el día de San Juan, más que de
fuego fue de agua por la tormenta que sacudió a Cádiz por la mañana. Aunque no
traiga el calor tórrido lo que trae seguro el inicio del verano es el final del
colegio. Los niños vuelven a casa por tres meses. Son los días en los que se
pone a prueba la conciliación, el apoyo de los abuelos y la paciencia de padres
e hijos.
Es
difícil en esta vida de precariedad y estrés que vivimos compaginar el cuidado
de los hijos con el desarrollo de la profesión. Con todo, me siento un
privilegiado. Al fin y al cabo mis problemas se reducen a encontrar quién se
quede con los niños cuando tengo que trabajar o qué hacer con ellos cuando no
trabajo. De momento, y por suerte, no me encoge el corazón cómo pagaré el techo
en el que viven ni cómo compraré pañales, leche y yogures.
Y
es que según el estudio de Unicef publicado esta semana, no son ni uno ni dos
los niños pobres que no tienen qué comer. En concreto, 2,3 millones de niños
españoles viven por debajo del umbral de la pobreza. Si todos los habitantes de
la provincia de Cádiz fueran niños, harían falta dos provincias como la nuestra
para llegar a esos 2.300.000.
Curiosamente,
en estos mismos días el INE publicó el descenso de nacimientos en España.
Nuestro tradicional déficit de natalidad se hace más profundo ante esta maldita
crisis. Vaya paradoja, cada vez nacen menos niños en España y de los que nacen,
cada vez son más los que pasan hambre.
El
compromiso por la infancia en este país debiera ser más serio pero,
precisamente, en este último período el Gobierno ha recortado los apoyos a la
infancia invirtiendo 772 euros por niño menos. Y mientras que los niños pasan
hambre algunas Comunidades Autónomas se niegan a abrir los comedores escolares
en verano para no estigmatizar. Como si hubiera mayor estigma que pasar hambre.
Aún
así, lo de los comedores es un parche. La solución debería ser más ambiciosa y
afrontar la necesidad de favorecer la conciliación pero, sobre todo, de
satisfacer las necesidades de los niños cuyos padres no pueden atender por esta
maldita crisis. Ahora
que se habla de Renta básica y salario social creo que el esfuerzo por la
infancia en España debe hacerse realidad y si algo parece justificado es un
salario infantil que acabe con la pobreza.
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