Tengo una extraña sensación con el PSOE. Los he votado alguna vez en el pasado y no me explico cómo pude incurrir en ese error. Me pasa lo mismo que cuando recuerdo mis tiempos de catequesis, confirmación y misa dominical. Sin embargo, conozco a socialistas realmente comprometidos con sus ideales como conozco a curas y monjas que trabajan por los demás como pide la Biblia. Pero por encima tienen una masa jerárquica difícil de combatir. La Iglesia y el PSOE, dos instituciones que se debilitan porque pierden a los jóvenes. Aunque en la Iglesia, al menos, el papa Francisco ha traído algo de aire fresco.
De un tiempo a esta parte, con el Partido Socialista me pasa como con
la Iglesia Católica. Los veo tan alejados de la realidad, tan sumidos en sus propias
cuitas que no me explico que algún día me interesase lo más mínimo por esas
instituciones. Me resultan ajenos y sólo me preocupan cuando tratan de meterse
en mis asuntos, en el caso de los socialistas cuando tratan de erigirse en
portavoces del progresismo o la izquierda.
He de reconocer, que como con la Iglesia Católica, hay militantes de
base que merecen todo mi respeto. Personas que de verdad creen en el
socialismo, incluso los hay que son obreros. Hasta algunos de esos curas de
pueblo, concejales de ayuntamiento, son acreedores de mi consideración. El
problema es que después llegamos a la jerarquía, los obispos y los cardenales,
esos que se han perpetuado en el poder por años, los que se han hecho con el
cargo y lo único que quieren es que el mundo gire sin que se mueva su sillón.
Porque, como con la Iglesia, esta jerarquía ha renunciado a sus
ideales. El marxismo ahora es de Groucho, “si no le gustan estos principios,
tenemos otros”. De socialismo y obrero ni hablamos. Ahora, en plena comparación
mística resulta que de republicanos sólo tienen el alma, pero a la hora de la
verdad no es el momento para abrir el melón del debate entre República y
Monarquía sino para mantener un supuesto pacto que hace unos años no dudaron en
pisotear poniendo todo nuestro sistema al servicio del pago de la deuda.
Tan lejos estoy del PSOE que no entiendo qué ha sucedido para que el
susanismo se convierta en corriente única, casi más una plaga bíblica que una
ideología. Para mi es como el misterio de la Inmaculada Concepción, sin ganar
unas elecciones, Susana Díaz es la más deseada en el, de momento, segundo
partido de España. Hasta tal punto que ha sido ella la que ha rechazado su
ascensión a los cielos socialistas a causa, según dice ella, del fervor de las
masas.
Descartada la paloma del Espíritu Santo, les queda el proceso sucesorio
para elegir líder y tratar de solucionar el cisma abierto en Cataluña. Aunque
no descarten que más que una renovación se haga otro cónclave en el que las
voces principales vuelvan a ser las de los cardenales de siempre, González,
Rubalcaba, Chaves...
El PSOE quiere acercarse a la gente pero la realidad es que cada día
que pasa sus iglesias, las casas del pueblo, están más vacías y sus urnas
tienen menos fieles.
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