Cuando se aproxima el 8 de marzo me gusta dedicar mi columna a las cuestiones relacionadas con la igualdad. Más aún cuando este año los poderes públicos insisten en políticas de desigualdad que afectan específicamente a las mujeres. Pero no sólo ellos. También la sociedad reproduce estereotipos discriminatorios y los ejemplos más graves las tres muertes de mujeres en los últimos días. Muerte que, además, no entienden de clases sociales: dos de ellas en Sotogrande y la tercera una profesora de instituto.
Se avecina un nuevo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. En esta ocasión un día, cargado habitualmente de exigencias, que se antoja aún más reivindicativo si cabe. Seguro que en el centro de las críticas se encontrará Gallardón. El Ministro de Justicia es el padre intelectual de la reforma contra el aborto. Una reforma que regresa a tiempos absolutamente superados, crea un conflicto social donde no existía y vuelve a incapacitar a las mujeres para decidir sobre su propio cuerpo.
En realidad, lo de Gallardón y el aborto, siendo grave, no es el máximo exponente de las políticas públicas en contra de la igualdad. Los recortes sociales, especialmente den dependencia, en una sociedad como la nuestra en la que las mujeres siguen siendo las exigidas para el cuidado de los menores y ancianos, incide precisamente en la depauperación de la mujer. Porque la pobreza, en nuestro país y en el mundo, tiene rostro de mujer.
Por eso, las reivindicaciones deben ir más allá. A los poderes económicos, por supuesto, para eliminar la brecha salarial que hace que las mujeres ganen menos realizando el mismo trabajo. Para reducir el paro femenino, para superar la discriminación laboral, que va más allá del salario y que se refiere también al acceso al empleo y al despido.
Reivindicaciones que muevan la conciencia de cada uno de nosotros, hombres y mujeres. Para abandonar estereotipos y roles sexistas y, esencialmente, para superar estigmas de violencia que siguen manteniéndose en las relaciones de pareja y que nos dan de saldo tres asesinadas en estos últimos dos días.
Y con todo, la reivindicación ha de hacerse también al conjunto de la sociedad. Porque hay aprendices de políticos que siguen identificando en público el aborto con la libertad sexual, como si viviéramos aún en los tiempos del cinturón de castidad. Porque hay eruditos pensadores, escritores de artículos en prensa que consideran que una mujer pierde su dignidad cuando aparece desnuda en la portada de una revista. Probablemente sean los mismos que corrieron a comprarla y la visionan en la intimidad de su baño. Incluso aquellos a los que las cucarachas corriendo por la casa de esa mujer con su hija no les produjo la más mínima atención, pero que se alarman ahora porque quien plantó cara al poder, pretende presentarse a unas elecciones y muestra sus pechos por dinero. Como si la dignidad tuviera que ver con la ropa.
El sábado es 8 de marzo. Día Internacional de la Mujer. Un día para salir a la calle por muchos motivos, pero también para mirarse en el interior y saber cuántas cosas tenemos que cambiar cada uno de nosotros en aras de la real y efectiva igualdad.
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