Griñán lee, mientras que Susana Díaz sonríe. Una metáfora. Foto: abcdesevilla |
Mi columna de la pasada semana surgió de una mezcla de factores. Por una parte, estuve corrigiendo los exámenes de mis alumnos de 1º del Grado de Derecho. La cantidad de suspensos me tenía bastante afectado cuando llegó el momento en el que Griñán propuso a Susana Díaz como candidata del PSOE a la Junta de Andalucía. No es la primera ni la última que hace carrera política sin ningún mérito ni capacidad más allá que el servilismo al partido. Pero precisamente eso fue lo que me inspiró. Probablemente mis alumnos más brillantes tendrán problemas para encontrar un trabajo digno y acorde a sus capacidades. Sin embargo, entre los menos brillantes, puede que alguno alcance ese trabajo bien pagado si es capaz de afiliarse a un partido y hacer allí carrera pisoteando y lamiendo. Es lo que podemos llamar, el susanismo.
La semana pasada, sin ir más lejos, al hilo de mi comentario sobre la universidad, recordaba que estamos ante una las generaciones más preparadas de jóvenes españoles. Un importante porcentaje de los que nacimos entre los 70 y los 80 tenemos un título universitario colgado de algún muro. Los más afortunados, del de su trabajo, los menos del de su casa. Algunos, incluso, de la pared del salón de la casa de sus padres, que sigue siendo la suya porque el acceso a la formación no ha ido acompañado en nuestro país del acceso de forma estable al mercado laboral y, por ende, del desarrollo de los proyectos de vida lógicos.
Es curioso. Esta generación preparada coincide con la generación de políticos menos capacitados de la España democrática. Tenemos en nuestro gobierno una ministra de Trabajo que nunca ha trabajado fuera de la sede de su partido. Fátima Bañez viene a ser el colmo, pero no es la única. Ana Mato es otro ejemplo de mediocre carrera laboral desarrollada siempre dentro de la política.
También hay casos en el otro partido mayoritario. El gobierno de Zapatero consagró a nuestra Bibiana Aído, cuyo único trabajo conocido fueron unos meses en Unicaja. De allí a la Agencia Andaluza del Flamenco y después el estrellato, el Consejo de Ministros y la ONU. Algo parecido, o peor, cabe decir de Leire Patín, la ministra de Sanidad con pulsera milagrosa.
Es difícil que quien no ha salido del despacho oficial pueda entender lo que le sucede a los ciudadanos, lo que ocurre en la calle. Al final se genera un entramado endogámico en el que lo que predomina es el interés en perpetuarse en la política para mantener el nivel de vida: despacho oficial, coche oficial, móvil pagado por los contribuyentes. Debe ser por eso que, en estos momentos, los grandes enfrentamientos políticos no los estamos viendo entre unos partidos y otros sino dentro de los propios partidos.
Son solo ejemplos y no son los únicos. En nuestro Ayuntamiento hay alguna concejala que superada la treintena solo tiene en su curriculum estar estudiando Ciencias Políticas. O, si miramos más arriba, la mano que mece la cuna en San Juan de Dios desde la llegada del teofilismo tampoco tiene más bagaje fuera de la política que los años que trató de terminar Derecho.
En eso coincide con Susana Díaz. Más de diez años para terminar Derecho. Que Griñán quien siempre ha hablado del mérito y la capacidad como fundamento para su gobierno haya cocinado todo el proceso para tratar de que Susana Díaz sea la candidata del PSOE para la Junta es un desatino. Que Susana Díaz, sin ningún mérito profesional ni bagaje intelectual, pueda llegar a ser la presidenta de la Junta de Andalucía es sólo un ejemplo de lo mal que está la política en España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario