Griñán tristón, Susana exultante. Foto simbólica de El Mundo |
Mi columna de este jueves la he dedicado a la noticia política de la semana y, en esta categoría me parece que no hay ninguna que supere el anuncio de renuncia de Griñán y el traspaso de poderes a Susana Díaz. Todo ello implicado o relacionado, según se mire, con la declaración judicial del ex interventor de la Junta ante la jueza Alaya.
Que un político sobre el que se cierne una sospecha de corrupción dimita de su cargo tendría que ser una buena noticia. Más aún cuando dicha dimisión se anticipa a la imputación penal, ese rubicón judicial que debería plantear la exigencia de retiro. Sin embargo, la renuncia de Griñán anunciada ayer, está rodeada de tantos elementos negativos que la buena noticia pronto se transforma en reproche al madrileño que ha ejercido cuatro años de inquilino de San Telmo.
Reconozco que me sorprendió la noticia. A pesar de que algunos ya lo habían previsto, que Griñán renunciase a su fuero como presidente de la Junta ante la jueza Alaya, sabiendo como sabemos que la mujer con el trolley más famoso de España es absolutamente reticente a imputar a aforados y perder la instrucción, me extrañó. Pero pronto se filtró la primera trampa. Griñán pretende entrar por la puerta autonómica en el Senado y así mantener su fuero. Es decir, no renuncia para enfrentarse a pecho descubierto, sino que se va manteniendo sus privilegios.
Pero, estrategias procesales aparte, lo más indignante es el trámite sucesorio. Griñán ha encumbrado a Susana Díaz, una de esas profesionales de la política que tanto denostamos los ciudadanos. Lo hizo a través de un procedimiento sumarísimo y lleno de complicaciones, tantas que impidieron que las famosas primarias socialistas contaran con algún candidato no afín al régimen. No contento con el dedazo en diferido para convertir a la sra. Díaz en candidata a presidenta la aúpa directamente al cargo con esta maniobra furtiva y estival.
Se está convirtiendo en costumbre esto de que el elegido por las urnas se marche y deje a su sucesor sin que medie la convocatoria de unas elecciones. Ya lo hizo Chaves con el propio Griñán, Gallardón con Botella, Aguirre con Ignacio González o Bono con Barrera.
La última decepción es el papel jugado por Izquierda Unida. Tan alarmados que están por lo que hizo el PP en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, tanto que se les llena la boca con palabras como participación, democracia y transparencia parece que van a consentir a este juego de trileros para que tengamos una presidenta elegida con proceso digital.
Si los ciudadanos no elegimos programa, como ha demostrado Rajoy, si no elegimos presidente como ha demostrado Griñán y antes otros, ¿qué elegimos? Pues parece que sólo elegimos una estructura orgánica PP o PSOE que es quien de verdad decide. En resumen, los avales de los militantes socialistas han decidido quién presidirá en la Junta. Cuando veamos a Susana de presidenta podremos gritar “Qué poco hace falta para gobernar nuestra Andalucía”.
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