jueves, 21 de julio de 2011

On air: Las barreras de Cádiz

Un ejemplo de incivilizado.
La foto es de M.A. Vallecillo.
La columna de hoy la tenía pensada desde hace mucho tiempo. En concreto desde que salí por primera vez con mi niño a la calle. Porque antes no me preocupaba de si e coche cabe entre aquella farola y la pared o si de aquel coche había aparcado mal, pero ahora me fijo siempre y pienso en los que llevan años fijándose y tienen que seguir toda su vida con la atención puesta en estas cuestiones para poder pasear por Cádiz.

Desde que empujo un carrito ha cambiado mi visión sobre muchas cosas. No lo digo sólo por aquello de que ser padre te cambia la vida, que también, sino porque muchas de las cosas simples que antes hacía con relativa comodidad, ahora presentan una dificultad extrema. Por ejemplo, pasear por Cádiz.
Cádiz, que es una ciudad perfecta para pateársela, por su tamaño, su clima y su ambiente, se convierte, sin embargo, en una carrera de obstáculos cuando toca caminar siguiendo a un carrito de bebé.
Vaya por delante que hay que reconocer el esfuerzo que ha hecho el Ayuntamiento para rebajar muchos bordillos y adecentar numerosas aceras. Pero no son todas. Hay zonas en las que es imposible caminar sin invadir la calzada. No sólo pasa en las calles más estrechas del Casco Antiguo (esas que hace años que deberían ser peatonales) sino que en a misma Avenida cruzar por delante del Puerta del Mar, con esa acera mínima y las paradas de autobús se convierte en un auténtico suplicio.
A eso hay que sumarle las obras. Es raro encontrar una intervención en la vía pública que diseñe un itinerario alternativo para personas con capacidades reducidas. Nunca se rebajan aceras para habilitar otro recorrido y muchas veces se cortan las calles con vallas que no dejan escapatoria. Traten de moverse por los alrededores de la Plaza de San Juan de Dios, de la Subdelegación del Gobierno o en las proximidades de El Corte Inglés para comprobar de lo que hablo. Eso por no hablar de edificios públicos sin accesibilidad y otras aberraciones que, directamente, incumplen la ley aunque a nadie parezca importarle.
Si todo esto es, en gran parte, responsabilidad de nuestros gobernantes, no son ellos los únicos que ponen las trabas. También muchos ciudadanos se olvidan de los que tienen dificultades para moverse. Sólo hay que ver las terrazas de algunos bares que ahora en verano invaden las plazas y las aceras dejando huecos mínimos para el movimiento. O la moda de colocar carteles anunciadores de los negocios en medio de las calles.
Pero el capítulo más importante es el de los vehículos. Las motos en las aceras, los coches en las esquinas, o en los pasos de cebras. Porque el ayuntamiento puede rebajar las aceras en todos los cruces pero si después llega un señor a dejar su coche justo en la zona rebajada no sirve de nada.
Siempre que me encuentro con un obstáculo de este tipo pienso lo mismo. Lo mío va a durar unos años, pero hay gente que está obligada a soportar estas dificultades para siempre. Los discapacitados físicos, los discapacitados sensoriales o nuestros viejos que se encuentran con barreras infranqueables en su día a día por Cádiz. Algunas son causadas por la incorrecta planificación de nuestros gobernantes, pero la mayoría derivan de la falta de civismo de los ciudadanos. 

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