jueves, 4 de agosto de 2011

On air: Un trofeo negro

El lugar del fallecimiento un día después.

Hay dos tipos de noticias que me crispan los nervios, que me crispan la sangre. Unas son aquellas relacionadas con los crímenes machistas. Las otras las que hablan de muertes en el trabajo, homicidios, generalmente por omisión, que nos tomamos con una naturalidad alarmante. Ayer sucedió otro, en el estadio Carranza, en las vísperas del Trofeo.

Si todo hubiera transcurrido de forma normal, hoy sería un día perfecto para hablar del Trofeo Carranza, para glosar su larga decadencia, para recordar las promesas del Ayuntamiento para esta edición y para la del 2012, incumplidas ya parcialmente.
Sin embargo, ayer ocurrió uno de esos hechos que, para mi, ensombrece la cotidianidad. Porque hay muchas noticias tristes en cualquier informativo, pero hay dos tipos de lacras que me ponen especialmente de mal humor. Una es la violencia machista. La otra son las muertes en el tajo.
No soy mujer ni me he subido nunca a un andamio, pero en ambos casos tengo claro dónde está ese interruptor que me hace ponerme de mala leche. Porque me asquea compartir condición humana con aquel hombre que maltrata a la persona a la que dice amar o a la que un día amó. Y me repugna pensar que aún a día de hoy hay trabajadores que se levantan sin saber si regresarán a su casa cuando acabe la faena, como si estuvieran construyendo una catedral del siglo XIII.
Ayer le tocó a Ismael López. Tenía sólo 24 años y desde El Cuervo venía cada mañana a trabajar a Cádiz a la obra del estadio Carranza, una obra que impulsa el Ayuntamiento de Cádiz sin coste alguno para los gaditanos, pero que ya tiene el coste de una vida para los trabajadores. Ni las obras de responsabilidad pública se libran. Él es otro cadáver más que se queda en el camino de la inseguridad en el trabajo. Porque lo llaman accidentes, pero tienen responsables, la precariedad, la falta de medios, las prisas,… Un compañero más fallecido mientras sudaba su frente para ganarse el pan. Otro caído en acto de servicio.
Sin embargo, para él no habrá funeral de Estado. No vendrá el príncipe ni su féretro lo cubrirá la bandera española. Por no tenerle respeto, ni tan siquiera el Cádiz, el usuario del estadio, suspendió la presentación de un futbolista que tenía programada. A pesar de que a menos de cincuenta metros acababa de morir un hombre. Un joven currante.
Esperemos que los organizadores del Trofeo tengan hoy algo más de delicadeza y que haya algún recuerdo para su persona. Y puestos a esperar, esperemos que la Justicia actúe con eficacia y valentía, que no vuelva a suceder como con Jesús Mera y que los culpables se paguen sus responsabilidades. Ninguna de las dos cosas le devolverá la vida, pero al menos demostrará que a esta sociedad le importa, aunque sólo sea un poco, los obreros que se juegan la vida cada día. En definitiva, que hemos avanzado en algo desde el siglo XIII.

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