viernes, 21 de enero de 2011

On air: La política de estos políticos

Hay semanas en las que, cuando me siento a escribir, me invade un inmenso fatalismo. Trato de sacudírmelo, trato de tirar de optimismo, de sacar a flote aquellos principios en los que creo firmemente, pero veo la realidad y el pesimismo vuelve a ganar la batalla. Esta semana ha sido una de esas y es que ha sido una semana en la que la clase política ha hecho méritos para ganarse su descrédito.

González y Aznar acordando de qué eléctrica va a cobrar cada uno.
Foto: eldescodificador.com
Conozco a bastantes personas que le sacan horas a su tiempo libre para trabajar en la construcción de una sociedad mejor desde el ámbito de un partido político. Buena gente que busca un futuro mejor para todos y no sólo para ellos y sus familiares. Por eso, me parece demagógico cuando se dice aquello de que todos los políticos son iguales.
Quienes dedican su vida a la cosa pública son esenciales para el funcionamiento de nuestro sistema y creo en la dignificación de la figura del político como servidor público. Sin embargo, en demasiadas ocasiones, ni los propios políticos se creen su propia dignidad.
Veinticinco años después de la muerte de Tierno Galván, un ejemplo de político y persona, el panorama se nos llena de momentos para el descreimiento. En nuestro entorno más cercano el espectáculo mensual de un pleno municipal en el que los insultos vuelan se convierte ahora, antes de las elecciones, en la apropiación partidista de cualquier obra, presente, pasada o futura. Y eso a la espera de que vuelvan a circular los billetes de la ignominia como hace cuatro años. Las listas electorales se diseñan desde las cúpulas de los partidos, recurriendo a la democracia digital, denominada en Cádiz, dedocracia. Se ningunean incluso, los propios estatutos para esquivar la voz de la militancia.
Si salimos de Cádiz la cosa no mejora. El cadáver político de Pedro Pacheco vuelve a la carrera electoral después de haber esquilmado los fondos municipales, haber destrozado el andalucismo y, lo que es peor, haber enfrentado para siempre a dos ciudades que debieran ser hermanas. Los cargos públicos cambian de sillón sin que para desempeñar su nuevo cargo tengan que justificar más méritos que el carné de su partido. La Justicia condena en la misma semana a dos representantes públicos y sus partidos se esfuerzan por taparles las vergüenzas y buscarles acomodo. 
Y como colofón dos ex presidentes del Gobierno, cada uno de un lado de la acera, aceptan cargos de presión remunerados de forma millonaria mientras que mantienen la asignación estatal. Los dos igual de culpables, aunque pueda caernos mejor uno que otro. Mientras, su fiel infanteria cierra filas, porque González y Aznar son dos símbolos para sus partidos y porque, si la infantería aguanta más de doce años en las Cortes mantendrán el cien por cien de su pensión. Al tiempo que votan para exigirles a los ciudadanos trabajar hasta los 67 años para poder cobrar la suya. 
Me niego a despotricar contra los políticos porque si ser político está mal visto por la sociedad, sólo querrán dedicarse a estos menesteres aquellas personas incapaces de hacer otra cosa mejor. Aunque puede ser que eso sea lo que quieran muchos de nuestros actuales dirigentes.

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