jueves, 27 de enero de 2011

On air: Guten Morgen Daniel.

Pues resulta que la gran solución al paro en España, especialmente, al paro juvenil va a venir de la emigración. Los jóvenes ingenieros que no encuentran trabajo en nuestro territorio tienen una posibilidad abierta en Alemania. Nada nuevo para los gaditanos, pero siempre una desgracia. Son 36.000 jóvenes, con sus padres, sus madres y los hijos que no nacerán en España sino en territorio alemán. Por eso la columna de hoy es un lamento.


Ya no será Alfredo Landa quien nos represente porque hemos dejado de ser bajitos y morenos a los ojos del mundo. Ahora la película la protagonizará alguno de esos actores o actrices de teleserie bien parecidos que llenan nuestras pantallas. No será sacristán en su pueblo, sino licenciado o ingeniero en una universidad pública. Cuarenta años después, el que se va a Alemania no es Pepe, sino que son Mario y Daniel. O Sara y Lucía.

Si se confirman los rumores, en la próxima cumbre hispano-germana Angela Merkel propondrá a Zapatero un plan para reclutar a más de 30.000 profesionales españoles, jóvenes y preparados, de los que no encuentran trabajo en nuestro territorio y engrosan esa cifra de cuatro millones de parados, que cuando se hace referencia al paro juvenil resulta aún más sangrante.
En su momento, la emigración española a Alemania fue una auténtica tabla salvavidas para la economía franquista y, ahora, sin la posibilidad de recibir divisas que equilibren la balanza comercial, estos 40.000 jóvenes aliviarán, al menos, las listas del INEM llenas de jóvenes licenciados que buscan su primer empleo, más allá de becas, contratos de prácticas y trabajos de fin de semana en restaurantes de comida rápida. 

La propuesta es un parche pero, en nuestro caso, es también la historia de un fracaso. Y no vale con culpar a Zapatero de todo como se ha puesto de moda en los últimos tiempos. El fracaso que representan estos jóvenes que tendrán que emigrar es más profundo. Es el fracaso de un modelo económico que no da salida a personas preparadas durante muchos años. Un modelo que se centra en la especulación, el ladrillo y el servicio al turista, ignorando la productividad, la industria, la innovación. El fracaso de unos empresarios que utilizan la normativa laboral para despedir a los más viejos y poder precarizar a los más jóvenes. Un fracaso generalizado que nos ha llevado a invertir miles de millones de dinero público en la formación de estos jóvenes para que, finalmente, se aproveche de ellos la economía alemana porque en este país no hay más propuestas para ellos que el uniforme del McDonald’s o una beca de 500 euros por ocho horas diarias. Jóvenes en edad de luchar, de impulsar un país, de formar una familia y que no lo harán aquí sino muy lejos.

Cuarenta años después el mundo ha cambiado mucho. El desarrollo de los medios de comunicación y de transporte hará más llevadera la migración de estos jóvenes españoles. Aunque si quieren podrían recibir unos cursillos previos de cómo sobrellevar la lejanía de la tierra. Se los impartirían los gaditanos que llevan una década marchándose a Castellón. Y los padres que sobreviven aquí teniendo a sus hijos y sus nietos lejos.  

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