jueves, 30 de septiembre de 2010

On air: Sobre la muerte de los sindicatos

Pablo Iglesias. Fundador de la UGT.
Foto de El País digital
He de reconocer que en mi casa he vivido el movimiento sindical desde muy pequeño. Recuerdo, a principios de los 80, acompañar a mi padre a la calle Veedor a la federación de Artes Gráficas de la que era Secretario. Después, siempre me he movido por la sede de UGT como por mi casa. Tengo muchos amigos allí. Conozco de todos los  tipos. Conozco liberados que nunca han dado un palo al agua, conspiradores, politizados, enchufados y enchufistas,... De todo eso ha habido, hay y, desgraciadamente, si los sindicatos no lo remedian, habrá.

También conozco a muchos de los otros. Gente que le quita horas a su casa, a su familia para trabajar por los derechos de los trabajadores. Personas que se esfuerzan y que están mucho más tranquilas sentados en la silla de su mesa de escritorio, pero que se unen al movimiento sindical sólo para ayudar a sus compañeros. De esos conozco muchísimos. Muchos más que de los otros. Los que elegidos por sus compañeros de trabajo se convierten en sus representantes y cuando se acaba, se vuelven a su puesto de trabajo. Algunos, incluso, sufriendo represalias.

Es verdad, los sindicatos están más débiles. Cada vez es más complejo encontrar a trabajadores dispuestos a desempeñar esa función (algo extraño si fuera jauja como dicen que es). Pero unos sindicatos fuertes son esenciales para nuestra sociedad y, especialmente, para la clase obrera. Si es que eso existe. Aprovechando el día después de la huelga, a esos sindicatos a los que muchos quieren enterrar, le dediqué mi columna esta semana en el Hoy por Hoy Cádiz:

Ayer secundé la huelga y acudí a la manifestación de las 12.30 en la Plaza de España. Como estuve allí, no necesito que nadie me cuente lo que pasó. Oí las consignas, unas más acertadas otras menos. Vi a los antidisturbios proteger un Centro Comercial, vi a personas provocar a los manifestantes, vi a negocios echar la baraja y vi una manifestación que acabó sin incidentes como ocurre casi siempre.
In situ, pude comprobar que esta había sido la huelga general menos secundada de las que yo recuerdo y la que menos movilización había generado. Es algo lógico. Cada vez será más complicado hacer una huelga de este tipo. Lo será porque muchos trabajadores han perdido la conciencia de clase y con ellos no van estas cosas. Muchos han individualizado sus objetivos y se olvidan de sus congéneres como si la realidad socio laboral no fuera con ellos.
También será más difícil por la precariedad laboral. Cada reforma facilita el despido, restringe los derechos y, por tanto, contra cada reforma será más difícil luchar. Eso por no hablar de los sueldos, cada vez más parcos y a los que restarle la parte de un día supone un esfuerzo económico cada vez más titánico.
A esta hora, en esta cadena de radio parece que lo de hablar bien de los sindicatos resulta ir contracorriente. Yo lo voy a hacer, porque como ya he dicho otras veces, no me importa ser minoritario. Creo que los sindicatos cumplen un papel importantísimo en nuestra sociedad. Son de las pocas organizaciones capaces de generar un movimiento como el de ayer que ponga en la calle a centenares de miles de personas en toda España. Es cierto que hay sindicalistas que ensucian el nombre del sindicato al que representan. Es cierto que hay algunas realidades que se deben revisar como la limitación de mandatos. Es cierto que los sindicatos deben vigilar determinadas cuestiones en su funcionamiento interno y en su imagen al exterior, pero su desprestigio no corresponde a la realidad. Se cuentan muchas mentiras. Mentiras interesadas que provienen de esa derecha social, política y mediática que prefiere una sociedad sin sindicatos que les hagan frente.
Sin embargo, al conjunto de los trabajadores nos interesan sindicatos fuertes. Sindicatos capaces de hacer valer la negociación colectiva, de defender las pensiones, de pactar los salarios mínimos. Deben minimizar sus defectos, pero los sindicatos en España son imprescindibles. Un dato. Las mayores tasas de afiliación sindical en Europa se dan en Suecia, Dinamarca y Finlandia. Seguro que no es sólo por eso, pero son países con una prosperidad y bienestar envidiables. 

1 comentario:

  1. Comprendo tus reflexiones, Diego. Pero me quedo con todas tus frases que comienzan "Es cierto..." porque ahí reside la médula que la falta de credibilidad que ahuyenta a la ciudadanía. Los tiempos son otros y es necesario que los sindicatos también se adecuen a los tiempos.

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