jueves, 8 de agosto de 2013

On air: De Glasgow a Bruselas

Bruce Reynolds, cerebro del asalto al tren de Glasgow.
Foto de mafiatoday.com
Mi amigo Lorenzo Benítez recordó ayer que hoy se cumplía medio siglo del asalto al tren de Glasgow y me sirvió en bandeja la idea que hoy he trazado en mi columna. Si aquel atraco fue el robo del siglo, en el siglo XXI estamos sufriendo un saqueo mucho peor y sus culpables no son prófugos de la Justicia sino todo lo contrario. Supuestos prohombres (y promujeres, si se me permite), que dirigen el día a día desde su cómodo despacho y cobrando, como Cristine Lagarde, 328.000 euros al año limpios, le dicen a alguien que cobra 600 euros al mes que tiene que cobrar menos.

Me recordaba ayer un amigo que hoy se cumplen 50 años del gran atraco del tren de Glasgow. Poco más de dos millones y medio de libras esterlinas de la época fue el botín que la banda liderada por Reynolds consiguió en 15 minutos. Aquella historia dio lugar a películas memorables y al mito de lo que se llamó el atraco perfecto o el robo del siglo. 
Pero claro, aquello era el siglo XX. En el siglo XXI el atraco perfecto no lo protagonizan rateros encapuchados y armados. En el siglo que vivimos, el gran robo lo están desarrollando las élites financieras sobre las espaldas de la masa de trabajadores de la Europa mediterránea. 
Podemos pensar en los griegos, víctimas de las mentiras de su gobierno y de una presión financiera que les ha llevado a incrementar los impuestos, reducir los salarios, suprimir puestos de funcionarios y hasta a poner a la venta sus islas. O los portugueses, a los que la Troika les ha restringido los servicios sanitarios, las pensiones, los sueldos,… pero ni unos ni otros logran salir de ese túnel en el que su tren está siendo asaltado. 
No estamos mejor nosotros. Después de cuatro años de recortes, dos zapateriles y dos mariánicos, la fotografía de nuestra realidad asusta. Teníamos un IVA al 16% que ya va por los 21 puntos porcentuales. Los salarios no han crecido pero eso no ha detenido la inflación ni el paro. Como no detuvo el paro la reforma laboral que facilitaba el despido, sino más bien al contrario. La consecuencias se perciben por todas partes. Aumentan las personas que viven en la calle, la desnutrición infantil –a pesar de que algún cenutrio diputado quiera culpar a los padres-, la falta de consumo, las penurias de los autónomos, la pobreza. 
Por si fuera poco, desde el FMI y la Comisión Europea se reclama un apretón más de cinturón, un recorte de salarios del 10%. Son los mismos que se embolsan sueldos de más de 300.000 euros limpios al año por no predecir la catástrofe y no saber salir de ella. 
No se trata de que se haya acabado el dinero. La cuestión es que está en unas manos. Las de los especuladores, las de los políticos ensobrados y las de los ejecutivos con indemnizaciones millonarias cuando son despedidos que reclaman salarios más bajos para sus trabajadores. Por eso no queda dinero para nosotros, porque lo tienen todo ellos. 
No han asaltado un tren. Han saqueado una generación de trabajadores, de jóvenes, de parados. Con el arma de la austeridad nos están quitando el futuro y nos siguen robando porque para estos ladrones ningún botín es suficiente.

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