jueves, 9 de agosto de 2012

On air: #SomosFACUA

La columna de esta semana podría haber estado dedicada a Sánchez Gordillo y los Mercadona, pero no. También al Trofeo Carranza octangular de cuatro equipos, pero no. La columna de esta semana es mi modesto apoyo a los compañeros de FACUA y a la censura que el Gobierno pretende ejercer en las organizaciones sociales.


Aunque parezca mentira dados mis compromisos laborales, no creo demasiado en las ONGs. Es un antiguo prejuicio que mantengo. Considero que no deberían quedar a la voluntad privada los graves problemas que acechan a nuestra sociedad. Está bien que un grupo de personas done parte de lo que le sobra para que una organización atienda a los niños desnutridos del Cuerno de África, pero siempre me ha parecido mejor obligar a los Gobiernos del mundo a acabar con los desequilibrios que generan estas hambrunas. Quizá sea demasiado utópico, pero lo que es obligación no puede quedar en manos de la buena voluntad.  
Después está la cuestión de la independencia. Trabajo en una Asociación en la que nunca me he sentido presionado para decir o callar algo porque pudiera perjudicar sus intereses. Sin embargo, sé que es excepción. Las subvenciones sirven de mordaza en este mundo asociativo. Les podría contar algunas extrañas historias de organizaciones que gritan en reuniones privadas pero que después callan en público pendientes de las inyecciones de fondos.  
Evidentemente, no todas son iguales. Hay asociaciones con credibilidad bien ganada y una voluntad combativa contra los poderosos, sean del color que sean.  Por eso me llamó especialmente la atención la noticia de que el Gobierno pretendía ilegalizar a FACUA. Leí el informe remitido por Anita Mato y sus secuaces y comprobé que se trataba de un ejercicio de presión digno de tiempos pretéritos. Eso de decir que cuando vamos a un hospital público o a una escuela no somos usuarios sino meros beneficiarios de prestaciones, convierte todo el Estado del Bienestar en una concesión graciosa del que manda. Es su forma de verlo, por supuesto, pero es algo más. Es también un aviso a navegantes. La voluntad de callarnos la boca, a FACUA y a todos los que nos quejemos. Censura de la clásica, de la más despreciable desde el sillón de un ministerio que naufraga recortando medios a los enfermos y cobrando medicamentos a los pensionistas.
Me decía el otro día uno de los pocos peperos de cargo con los que mantengo relación que FACUA no necesita quien la defienda porque ellos se defienden solos. No lo sé. En estos tiempos de degradación moral y regresión ideológica, siempre es bueno mostrar el rechazo contra la tiranía. De todas formas, si FACUA no necesita mi defensa, sí que yo necesito la defensa, el asesoramiento y la ayuda de FACUA. Para luchar contra las oligarquías económicas, para denunciar los abusos, para enseñarnos a ejercer nuestros derechos como consumidores y usuarios. Ya sea en su web, en la prensa o en el espacio que los jueves mantienen en este mismo programa. Y aunque no la necesiten aquí tienen los compañeros de FACUA mi voz en señal de apoyo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario