jueves, 23 de febrero de 2012

On air: La policía en Valencia


Esta semana mi columna para Radio Cádiz ha venido marcada por ese policía de la foto, el que golpea al chico con gafas que mira desde la acera. No es el único, pero sí que es una muestra de lo que pasa en este país. Pero lo peor no es ese agente, ni sus compañeros, lo peor son los políticos que dieron la orden de dar palos y que ahora pretenden justificar lo hecho. Curiosamente, ayer hubo otra manifestación, mucho más numerosa, y no ocurrió nada. Si los elementos peligrosos eran los mismos o más, ¿no será que depende de la actitud y actuación policial? (Por si alguien no los ha visto, abajo van dos vídeos de la actuación policial).
Será que yo llevaba gafas en mis tiempos de instituto aunque nunca pasé frío en las aulas. Lo máximo que nos ocurría en Cortadura era que se inundaba la entrada y ese día nos librábamos de las clases.
Será que siempre me sentí el enemigo de esos policías orondos, incapaces de perseguir a un delincuente pero perfectamente capacitados para sacar su porra a pasear arropados por el anonimato que da su uniforme cuando le quitan la placa identificativa.
Será que he visto la esta historia demasiadas veces en poco tiempo. En Barcelona con aquel minusválido, en la Puerta del Sol con el fotógrafo o en Cádiz con los de Valcárcel dentro de la universidad.
Será por cualquier de esas razones o por otras, pero las imágenes de Valencia del lunes no se me quitan de la retina. En concreto una. Ese policía seboso golpeando a un chaval con gafas tan sorprendido como atemorizado ante lo que acababa de vivir.
En este tema me repito mucho: la policía tiene concedido el monopolio del uso de la violencia legítima para proteger la convivencia, no para dinamitarla. Por eso me repugnan especialmente quienes abusan de ese poder para amedrentar, los que golpean a personas en el suelo, los que se exceden porque saben que gozan de impunidad.
Si este fuera un país serio sabríamos quién es ese policía y el resto de energúmenos que arropados por el uniforme que llevan  golpean a chavales y los insultan en nombre de una democracia que dicen defender pero que sólo mancillan. Si este fuera un país serio, la Delegada del Gobierno en Valencia habría sido cesada fulminantemente y un policía que no llevase identificación sería sancionado.
Pero no somos un país serio. La juez llama a declarar a quien confiesa haberse gastado en drogas el dinero destinado a los desempleados y una dirigente política sólo se preocupa de que la fecha de la citación está excesivamente cerca de sus elecciones. El gobierno indulta a cinco policías autonómicos catalanes condenados por tortura como el anterior indultó a un banquero, con lo difícil que es condenar a un policía o a un banquero. No tenemos cultura de la libertad, de la responsabilidad individual, de la exigencia pública. Esas imágenes no contribuyen a mejorar la imagen de España en el exterior porque muestran lo que es realmente esta España. Policías que pegan a estudiantes y demasiada gente justificándolo. A mi que no me cuenten entre esos. Yo nunca justificaré a esos policías y a los que les ordenaron actuar.



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